Mikel INSAUSTI
UN CABARET EN LA CAMPIÑA

Plaga de lentejuelas en la granja

Hay películas localistas que son exportables, y otras que no. Se entiende que “Les Folies Fermières” (2022) haya tenido éxito en el mercado francófono y que pase más desapercibida fuera de él, empezando porque en la traducción se pierde el juego de palabras original con la versión rústica del famoso “Folies Bergère”. En la versión doblada, como viene siendo costumbre, se destripa y resume el argumento en ese tan obvio “Un cabaret en la campiña”. Y es que, además, la película se basa en un hecho real perteneciente a la información local, que aquí nos resulta desconocido. Ocurrió en el Tarn occitano hace ocho años, cuando a un granjero, al que los medios bautizaron como El Artista Campesino, se le ocurrió montar un cabaret en su finca, siendo el primero y único en llevar un espectáculo de este tipo al campo, rompiendo así con la tradición asociada a la vida urbana y cosmopolita.

Sorprende de entrada que una comedia de Jean-Pierre Améris no esté protagonizada por Benoît Poelvoorde, ya que el belga es su actor fetiche. Ha debido pensar que Alban Ivanov daba más el tipo de granjero de un pueblo de Cantal (Auvergne-Rhône-Alpes). En cualquier caso “Un cabaret en la campiña” (2022) termina siendo una película coral, un canto a las familias que se forman entre las gentes de la farándula, con la novedad de que la que aquí vemos es de tipo mixto, con ruralitas y urbanitas que han de vencer sus prejuicios mutuos. Para llegar a eso el protagonista primero deberá convencer a los suyos, que al principio se muestran escépticos ante un proyecto tan descabellado y loco.

Un buen ejemplo de comedia social que busca un caso llamativo de la realidad crítica del agro, representado por el campesino arruinado que para reflotar su granja en plena recesión recurre a un negocio importado, que se le ocurre cuando ve actuar a Sabrina Ouazani en un sensual baile acrobático.