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Marsellesa


El pasado jueves, durante la mobilización contra la reforma de las pensiones en Marsella, un manifestante confesaba a "Libération" haberse equivocado dos veces votando a Macron. Lo hizo para impedir que la extrema derecha llegara al Elíseo. Constata, ahora, que regaló su voto a la derecha extrema maquillada de centrista, con un candidato salido del gobierno socialista de Hollande, pero que es un fiel sirviente de las finanzas. Hasta tal punto que entre los suyos se escuchan voces de incomprensión por la decisión de aprobar la reforma por decreto, saltándose las mayorías parlamentarias, fundamento de toda democracia.

Como el edificio que se ha derrumbado en el centro de la ciudad focea, parte de los fundamentos de la República se han venido abajo dejando bajo los escombros a los más precarios y levantando una nube de incomprensión que quizá Macron no quiera ver pero que su primera ministra no esconde. Se rumorea que Elisabeth Borne no pasará de septiembre, fecha de renovación de la mitad de un Senado que ha aceptado mayoritariamente tanto la reforma de las pensiones como el incremento del gasto militar, que dentro de seis años doblará al de hace seis. O la protesta bascula a la izquierda, o engordará a una extrema derecha cada vez más cimentada, como la marsellesa.