AINARA LERTXUNDI
DONOSTIA

«La memoria nunca se archiva», resalta la chilena Carmen Castillo

La militante, cineasta y documentalista chilena Carmen Castillo recibió ayer el Premio del Festival de Cine y Derechos Humanos de Donostia. Un galardón que, tal y como resaltó el director del Festival, coincide con el 50 aniversario del golpe de Estado contra Allende.

El acalde Eneko Goia entregó a Carmen Castillo el Premio del Festival de Cine y DDHH.
El acalde Eneko Goia entregó a Carmen Castillo el Premio del Festival de Cine y DDHH. (Jon URBE | FOKU)

Carmen Castillo, como ella misma manifestó en la rueda de prensa que ofreció ayer junto al alcalde de Donostia, Eneko Goia, y el director del Festival de Cine y Derechos Humanos, Josemi Beltrán, ha tenido «múltiples vidas». Militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) chileno, el 5 de octubre de 1974 fue gravemente herida mientras su compañero, Miguel Enríquez, secretario general de esta formación, combatía contra agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) en la casa en la que vivían en la calle Santa Fe. Ella estaba embarazada de siete meses. Permaneció más de una hora tirada en el suelo «en un charco de sangre». Un vecino se atrevió a romper el cordón militar y exigir una ambulancia para esa mujer embarazada que se estaba desangrando.

Gracias a aquella acción fue trasladada a un hospital. 21 días después, miembros de la DINA entraron en su habitación del hospital. «Nunca más ponga los pies en Chile», le dijeron. Ahí comienza un exilio de décadas. Un exilio a través del cual llegó al cine. «Sobreviví, fui exiliada y el exilio me regaló el cine», subrayó.

Su primer documental fue “La flaca Alejandra”, «la historia de una compañera del MIR que quebrada bajo la tortura colaboró con la DINA». En 2007 llegó “Calle Santa Fe”, proyectado ayer y estrenado en el Festival Internacional de Cine de Donostia.

«Obsesionada por el mal, por interrogar lo que es la tortura y lo que es la máquina de matar, no había percibido hasta 2002 la fuerza de los gestos de bien. En ‘Calle Santa Fe’ regreso al lugar donde vivimos clandestinos durante casi un año con el hombre de mi vida, Miguel Enríquez, y dos niñas de cuatro años. En la casa había vida, la amenaza estaba fuera de ella. ¿Qué encuentro? A mi vecino, un humilde trabajador del barrio San Miguel. En 2002 supe que fue él quien me recogió del suelo en medio de un charco de sangre y que atravesando todo el cerco militar exigió que me subieran a una ambulancia. Una cadena de gestos de bien y valientes van a hacer que hoy esté con ustedes», remarcó.

«‘Calle Santa Fe’ existe como una película coral en la cual la narradora, que soy yo, dialoga en ese coro de voces de mi generación que dirán cada una desde su lugar. Me atrevo a hacer la pregunta de ¿valió la pena a pesar de todas las muertes, desapariciones, sufrimiento de nuestros hijos? La respuesta es ‘sí’», incidió.

Castillo se marcó la tarea de «luchar contra la máquina de olvido y la amnesia obligada impuesta por la dictadura y la transición». Y el cine ha sido una de las herramientas, porque «permite despertar emoción e invita a reflexionar».

«El cine me pareció un instrumento de emoción, de preguntas sobre una memoria que nunca está archivada. Mis películas están hechas desde un presente que interroga», enfatizó.