EDITORIALA

El euskara ya está en la agenda y tiene apoyo social suficiente, toca acertar en las estrategias

Una multitud se manifestó ayer en las calles de Baiona para demandar una política lingüística ambiciosa para el euskara en Ipar Euskal Herria. Piden que se tenga en cuenta la delicada pero esperanzadora realidad que muestra la VII encuesta sociolingüística. Exigen revertir la congelación de recursos, impulsar el aprendizaje y la inmersión en la educación, homologar los estudios y apoyar el ocio y la comunicación en euskara.

En definitiva, demandaron que se reconozca la lengua y su valor, que se invierta en ella y se trabaje para su desarrollo. Que se respeten el idioma y la cultura, a las personas y los colectivos, y los consensos que se dan en el país. Desde esta perspectiva, es necesario compensar los desequilibrios territoriales y afrontar los retos demográficos, cuestiones estructurales que se repiten en todos los temas sociopolíticos de Ipar Euskal Herria, desde la vivienda hasta la educación. El euskara no es una excepción.

DE NORTE A SUR, DE ESTE A OESTE, SIN VACÍOS

En este contexto, con Kontseilua a la cabeza, doscientos colectivos navarros pedían esta semana que la oficialidad se extienda a todo el herrialde. No tiene sentido que los derechos de los hablantes se vayan desvaneciendo según se recorra el territorio. Poner trabas a una lengua minorizada responde a un privilegio o a un miedo irracional. Favorecer la ignorancia frente al conocimiento demuestra una visión cerril.

Igualar derechos lingüísticos a todas las personas en todo el territorio sería beneficioso para toda la sociedad, «porque fortalecería la cohesión, la justicia social y la convivencia». En un herrialde que ha estado acogotado por las fuerzas autoritarias desde el franquismo hasta hace bien poco, todo progreso vendrá del respeto a la pluralidad, que debe ir acompañado de igualdad de derechos.

DINAMITAR EL REFUGIO, ANULAR LA ESPERANZA

Si bien la CAV es el lugar donde el euskara goza de una mayor protección, las políticas públicas muestran signos de agotamiento, con un balance discreto en apartados como el uso o las nuevas tecnologías.

Además, la sociedad vasca y sus instituciones se enfrentan a una ofensiva fomentada por grupos de interés y fuerzas españolistas, reforzada por diferentes instancias judiciales. Esta dinámica política atenta contra los consensos mínimos en favor del desarrollo del euskara.

Precisamente ahora, cuando es hora de renovar esos consensos y formular los viejos conflictos en nuevos parámetros, no se pueden aceptar rebajas que, de saque, condicionen los potenciales pactos y pugnas. Hay que blindar los avances, entre otras cosas para ahorrar energías de cara a lo relevante. En este sentido, más allá de las discrepancias, la comunidad educativa está de acuerdo en que aprobar una Ley de Educación sería un instrumento clave.

SERENIDAD, PERSEVERANCIA E INTELIGENCIA COMÚN

Las decisiones que hay que tomar para la supervivencia y el desarrollo de una lengua minorizada no son sencillas. No basta con articular la razón, todas las razones expresadas repetidamente en favor de la lengua y de la cultura, aunque sean inapelables desde un punto de vista democrático, pluralista y humanista.

Para avanzar, es necesaria la cooperación entre la potencia militante y el poder institucional (ambos necesitados de renovación), con compromisos y disciplina entre diferentes (algo difícil de por sí y en lo que el país está desentrenado), y un gran capital humano y material (bienes limitados siempre). Todo ello gestionado con eficacia y eficiencia. En esa tarea, no se puede perder de vista la gran hazaña de haber traído el euskara al siglo XXI con pulso y ambición.