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La segunda, en la frente


La segunda, en la frente. La ultraderecha ya avisó en las presidenciales de 2021, cuando la movilización del electorado de centro y la abstención contra su líder, Jose Antonio Kast, permitió al izquierdista Gabriel Boric superarle en la vuelta de las elecciones presidenciales.

Animada por un triunfo que se gestó en el estallido social de 2019-2020, que contó con el protagonismo de estudiantes -Boric era uno de sus portavoces- y clases populares, la izquierda intentó enterrar definitivamente el legado de Pinochet con un referendo constituyente que encalló en 2022 con más de un 60% de votos en contra. El Gobierno había errado en el cálculo, aireando propuestas en el ámbito indígena y social que se pasaron de frenada ante una sociedad, no lo olvidemos, con un fuerte componente ultraconservador tras casi dos decenios de junta militar y otros dos de falsa transición. Primera, en los dientes.

El triunfo de la derecha extrema y de la derecha en las constituyentes del domingo no solo les da una amplia mayoría para frenar en seco cualquier avance en derechos, sino que deja a la mayoría gubernamental sin poder de veto (necesitaba 21 asientos en el Consejo y solo tiene 17, después de que el centro de la Concertación quedara fuera por no lograr el mínimo).

No faltará, desde la izquierda, quien cargue contra Boric y su «mojigata moderación», más habida cuenta de que el voto nulo y en blanco fue la tercera opción (casi una de cada cuatro papeletas) en unos comicios con participación obligatoria. Más le valdría, quizás, mirarse al ombligo y colegir que no será la épica la que cambie Chile, sino la constancia, y la atención propositiva a demandas ciudadanas que se le hacen lejanas, pero que son tercas. Y ante las que no basta la pedagogía buenista o la superioridad moral.