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AZKEN PUNTUA

A cuenta de perdones


Sorprende que un pueblo como el español, tan devoto de la religión que profesa y habituado a comulgar con el perdón y a recitarlo a coro, aún siga empecinado en la creencia de que el perdón no es virtud de ida y vuelta sino una impagable deuda que Dios y el mundo tienen contraída con España. De ahí que siga reprochando a los vascos que no pidan perdón por ese cerril empeño en seguir siendo vascos; y a los torturados, que se disculpen por denunciarlo; a los asesinados por negarse a delatar su vida, y a las cunetas perdón por su memoria; y que los emigrantes pidan perdón por serlo, las mujeres por pretenderlo y los ateos por practicarlo; que los accidentes laborales pidan perdón por sus mortales imprudencias y los millones de parados por su notoria afición a la indolencia; que pidan perdón los jubilados por evadir sus años de trabajo, los desahuciados por ocupar esquinas y portales, y los jóvenes por su notoria desconfianza en las promesas del futuro que se les miente y niega; que pida perdón el clima por sus veleidosos cambios, las vacas por sus locuras, las aves por sus gripes, los elefantes por extinguirse, los pangolines por los coronavirus y los toros por los toreros muertos.

Por si acaso, mis disculpas por esta imperdonable columna.

(Preso politikoak aske)