Koldo LANDALUZE
DIALOGANDO CON LA VIDA

Frenesí entre el duelo y la necesidad de vivir

Frenético en cuanto a su intención por abarcar todas las corrientes vitales y telúricas de su protagonista, el cineasta Christophe Honoré ha realizado un muy desigual drama que hace constantes equilibrios entre el duelo y la necesidad de seguir adelante. Quien se coloca sobre la cuerda floja es un adolescente que tras sufrir el duro gope que supuso la muerte de su padre en un accidente, se traslada a París para reactivarse. Todo en “Dialogando con la vida” es resuelto de manera visceral, sobre todo en un segundo tramo del filme en el que más que dialogar con la vida lo que se antoja es una especie de voraz dentellada a la vida.

UNA CATARSIS INTERNA

A lo largo de esta intensa terapia que nos propone el director de películas como “Vivir deprisa, amar despacio” (2018) vuelve a apostar por el acelerador existencial en su recorrido por las diversas etapas por las que atraviesa el protagonista, encarnado por un plétorico Paul Kircher que no ha desaprovechado la oportunidad de lucirse en sus cambiantes registros y siendo consciente de que todo orbita en torno a él. La presencia de Juliette Binoche, interpretando el rol materno, aporta cierta mesura a un conjunto tendente a lo explosivo y a ratos excesivamente ampuloso. Todo se resume en el tremebundo caos que se apodera del adolescente en un punto crucial de su vida. Mendiante el recurso de la voz en off, este personaje comparte con el espectador las singularidades de una rebeldía adolescente y a un despertar a las emociones que se traduce en la relación que comparte con otro joven. En su empeño por subrayar esta catarsis interna de consecuencias impredecibles, el director opta por filmarlo mediante un encadenado de secuencias rodadas con mano temblorosa.