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Grupos de extrema derecha rusos luchan desde ambos lados del frente ucraniano

La incursión en la fronteriza Belgorod, la tercera en lo que va de año, pone el foco en grupos de ultraderecha rusos que luchan junto a Ucrania y que se escindieron del tronco mayoritario supremacista ruso, que se alinea con el Kremlin e incluso lucha en grupos como los mercenarios Wagner.

(Kirill KUDRYAVTSEV | AFP)

El Cuerpo de Voluntarios Rusos (RVK), una milicia de extrema derecha, ha protagonizado, según Kiev, y junto con soldados desertores rusos de la Legión Libertad para Rusia, la incursión militar en Belgorod.

EL RVK se dio a conocer el pasado marzo cuando reivindicó sendas incursiones similares en las regiones rusas también fronterizas de Briansk y Kursk.

La guerra en Ucrania dividió a los grupos rusos de extrema derecha y algunos de ellos combaten ahora al lado de las fuerzas de Kiev.

Otros grupos de extrema derecha y panrusos han permanecido leales al presidente ruso, Vladimir Putin, como White Power Ranger Squad (WPRS) y Rusich, así como el Movimiento Imperial Ruso. Sin olvidar a Ciudadanos de la URSS, un grupo nostágico abonados a las teorías de la conspiración y convencido de que la URSS todavía existe.

Este magma se escindió en 2014, con motivo de la anexión rusa de Crimea y el inicio de la guerra en el Donbass, en el este de Ucrania.

Limitados en número pero activos, unos y otros son alternativamente paneslavos, neopaganos, imperialistas, antisemitas, a veces vinculados a grupos de hooligans o entusiastas de las artes marciales. Lamentan la grandeza perdida del imperio y la pureza amenazada de la raza blanca.

TOLERANCIA DEL KREMLIN

Moscú no solo los ha tolerado en los últimos años sino que los ha instrumentalizado. «Si quieres disolver una manifestación de la oposición liberal demócrata rusa, nada mejor que convocar a los que están acostumbrados a hacer el trabajo sucio», resume Kacper Rekawek, de la organización Proyecto Contra el Extremismo (CEP), con sede en Estados Unidos.

El inicio de la invasión de febrero de 2022 ratificó el cisma pero la mayoría de la ultraderecha rusa apoyó la «operación especial, aunque muchos criticaron su tibieza», señala Natalia Yudina en la wew del Observatorio de Xenofobia Sova, con sede en Moscú.

Todo ello resta credibilidad al argumento oficial del Kremlin de que el objetivo de su campaña militar sea «desnazificar» Ucrania.

BATALLÓN AZOV Y WAGNER

. Todo ello sin negar el peso, creciente, del batallón ultraderechista ucraniano Azov y de otras unidades filofascistas en las filas de Kiev. Que cuentan con el apoyo de grupos ultras rusos como el aludido RVK.

AFP pudo entrevistar recientemente a uno de sus miembros, un tal Alexander, alias «Fortune», quien presentó al grupo como «directamente subordinado» en el frente al Ministerio de Seguridad y Defensa de Ucrania.

En agosto del año pasado en San Petersburgo, otro grupo de extrema derecha rusa (Ejército Nacional Republicano, NRA), reivindicó el atentado que mató a Daria Dugina, hija del ideólogo del paneurasianismo Aleksandr Duguin. Lucas Webber, de la red de investigación Militant Wire, acoge con escepticismo aquella reivindicación. «Es posible que se trate de guerra psicológica». Los servicios secretos estadounidenses determinaron que el Estado ucraniano estaba implicado en el atentado.

La mayoría de grupos supremacistas rusos combaten del lado de Rusia, como WPRS o Rusich, a los que se relaciona con el grupo mercenario Wagner. El Soufan Center, de Nueva York, agrega que algunos de sus miembros «han sido vistos entrenando con armas personalizadas y trajes térmicos, lo que indica que tienen acceso a equipo de alta calidad».

RIESGOS

Pro-Moscú o pro-Kiev, ideológicamente coherentes u oportunistas, manipulados o incontrolables, estos grupos en cualquier caso plantean un desafío para ambos países.

Los primeros podrían volverse contra el Kremlin si no consigue una victoria clara. «Estarán justificados al decir: ‘nos prometiste un imperio pero no puedes vencer a Ucrania’», advierte Rekawek.

Los que combaten junto a Ucrania podrían sentirse traicionados por una ayuda occidental «insuficiente» y convertirse en una amenaza para Kiev, que los reclutó o aceptó.

Raffaelo Pantucci, de la Escuela de Estudios Internacionales en Singapur. sentencia que «es muy arriesgado que un país intente manipular a grupos como estos y pensar que los puede controlar».