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La UE y la hierba bajo los pies de la Rusia de Putin


A20 kilómetros de Ucrania, y a tiro del enclave prorruso -mejor decir siberiano- de Tansdniéster, la Unión Europea lanza un abierto desafío a la Rusia de Putin.

Un reto que, con la ya amortizada presencia de Zelenski, va más allá de Ucrania. Y no solo por la elección de Moldavia, antigua república soviética mayoritariamente rumanófona, como sede de la segunda cumbre de la Comunidad Política Europea (CPE), una idea-mecanismo de Macron para acoger en una suerte de aparcamiento provisional -¿permanente?- a los países que anhelan entrar en una UE estresada y debilitada por el Brexit.

Además de a la propia Gran Bretaña y a países alpinos y nórdicos como Suiza, Noruega y Suecia, la CPE acoge a países de la órbita ruso-soviética como Georgia, Azerbaiyán y, sobre todo, a Armenia, que amenaza con dejar la Comunidad de Estados Independientes (CEI, una suerte de CPE creada en su día por Moscú para mantener un ascendiente sobre su patio trasero), tras sentirse abandonada por Rusia después de su derrota en la ofensiva azerí por el enclave de Nagorno Karabaj.

La presencia de Serbia en la cumbre en Moldavia tampoco será del agrado de su hermano mayor eslavo. Rusia confía, sin embargo, en que la UE, y EEUU, sean incapaces de desactivar la grave crisis política con Kosovo, también presente, y que amenaza con despertar a todos los fantasmas balcánicos.

Con todo, al gigante euroasiático, que por definición forma parte tanto de Europa como de Asia, le queda el consuelo del plantón de Turquía a la cumbre de Chisinau. Guiño del reelecto Erdogan a su amigo Putin.