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AZKEN PUNTUA

Cuando la soberbia se desborda


En cualquier relación de la vida cotidiana, tratar con personas prepotentes resulta incómodo y hasta desagradable. En política es lo mismo, pero más grave. La prepotencia se une a la soberbia para despreciar a los demás desde una supuesta superioridad intelectual y un «buen hacer» absoluto, ante el cual no cabe otra verdad. A esta actitud el PNV le llama «saber gestionar» con la eficacia que exigen las «nuevas culturas» del siglo XXI. Es decir, las «culturas» individualistas del establishment de toda la vida, a las que han añadido el desafío tecnológico para acabar con la cultura de los derechos colectivos.

Las elecciones del 28M, además del indiscutible triunfo de EH Bildu, han resaltado la sorpresa de un preocupante aumento de la abstención y la alegría colateral, casi inesperada, como es que el PNV haya perdido estos comicios. En la primera se adivina un desencanto de las ideas difícil de describir y, tal vez, fácil de entender. En cuanto a la segunda, en esta campaña, la actitud de los dirigentes jeltzales me ha recordado una anécdota que cuentan de Federico II de Prusia. «He llegado a un acuerdo con mis vasallos -afirmó- Ellos me dicen lo que quieren y yo hago lo que yo quiero». En esta ocasión creo que al PNV le ha desbordado la soberbia y ha tenido menos suerte que Federico II.