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Entrevista
FERNANDO MAHÍA
Autor del libro «Coast to coast»

«El basket callejero refleja gran parte de EEUU, más que la NBA»

Fernando Mahía (A Coruña, 1990) es autor del libro “Coast to coast”, un viaje por los márgenes de Estados Unidos con el baloncesto como hilo conductor. El baloncesto callejero tiene una importancia brutal en este relato que comienza en la mítica cancha Rucker Park del barrio neoyorquino de Harlem y concluye en San Francisco, con los Golden State Warriors.

(Jon URBE | FOKU)

Montado en un Dodge Caravan, Fernando Mahía recorrió Estados Unidos en 2019, con el claro propósito de escribir un libro. Había trabajado anteriormente en San Francisco, por lo que ya conocía el país y como fanático de la NBA, tenía claro que el hilo conductor iba a ser el baloncesto, pero el baloncesto de los márgenes, de las canchas callejeras, de partidos improvisados, en busca de historias de aquellos que pudieron ser estrellas y no lo fueron. «Siempre se cuenta esa historia de superación, pero no todos tienen un final feliz», cuenta a GARA este gallego afincado en Donostia.

James Naismith, Holcombe Rucker, Luis Felipe López, Dorothy Gaters, Otis Redding, LeBron James, Ryneldi Becenti, Pete Maravich, Marc Gasol, Earl Mannigault, Stephon Marbury, Schuye LaRue, Larry Bird o Jorge Gutiérrez son algunos de los protagonistas de unas maravillosas historias que se recogen en el libro “Coast to coast” (Editorial Contra), que descubren una nueva forma de contar el pasado y el presente de Estados Unidos.

¿Tenía claro dónde empezar?

Sí, lo de Rucker Park sí estaba claro. Nueva York estaba claro también, porque quería meter desde el principio el tema de la salsa, porque es una declaración de intenciones. O para mí lo era. Porque vas a Estados Unidos y lo asocias con el hip-hop. Pero yo quería empezar por la salsa y después el merengue... Es una forma de ir entrando ya como con una visión más de los márgenes.

¿Explica más el basket callejero de Nueva York que la NBA?

Las canchas callejeras son el reflejo de una gran parte de Estados Unidos, más que la NBA. El relato este del típico chico afroamericano salido de un barrio pobre que llega a triunfar y tal, es una excepción, porque las realidades son todas las que quedan por el camino. Y bueno, si quieres hablar de pobreza, de gente sin casa, de racismo... que es una realidad brutal en Estados Unidos, el 90% de la sociedad te va a explicar más que un 10% rico, aunque ellos expliquen muchas cosas y no tengo nada en contra de ellos.

Hay historias de gente que sí llegó a ser alguien -LeBron James, por ejemplo-, pero muchos de los protagonistas de los capítulos son de los que pudieron ser algo y no llegaron a ser.

Sí, alguien me dijo que era un poco nostálgico el libro. Habitualmente se cuenta esa historia de superación, las que tienen un final feliz. Yo al haber vivido allí, es una sociedad que a mis ojos, a los ojos de cualquiera que venga de Europa, es una sociedad con una desigualdad social brutal. Y al final, el libro es un poco el combatir ese sueño americano, pero también una manera de querer ver el deporte como una forma de expresión popular; de cómo el deporte está enraizado en un pais injusto pero que es parte de su cultura popular.

En Nueva York hay mucha gente jugando en canchas callejeras, pero a medida que avanza el libro, se convierte en un deporte cada vez más solitario. En Flint (Michigan) sí que se juntan, ya no en la calle, sino en un polideportivo. Esto también describe las diferencias que hay dentro del país, ¿no?

Hay muchos Estados Unidos dentro de Estados Unidos. Esa parte urbana, de costera está muy influenciado por la vida callejera pero eso no existe en Indiana, por ejemplo. El 80% son casas aisladas, la gente que está viendo la Fox, que tiene miedo de cualquiera que no sea blanco y protestante. Y es verdad lo que comentas, no lo había pensado así. En Flint, es donde más vi esa conexión espontánea entre gente de lugar, esa vía de escape con el baloncesto como expresión de una ciudad. Era parte de la cultura del lugar. No creo que haya ningún sitio que tenga tanta vinculación con el deporte como esa ciudad, porque al final son 100.000 habitantes y si te pones a mirar la lista de deportistas de élite que salieron de ahí es impresionante, y quizás tiene relación con ser una ciudad muy pobre y muy golpeada.

¿Fue con alguna idea de quiénes podrían protagonizar cada capítulo?

La única con la que contacté previamente fue Ryneldi Becenti, la chica navajo. Fue en los Apalaches cuando me encontré con la historia de LaRue. Entonces fui a Washington a buscar. Y estando en Washington, un poco más adelante, fue cuando publicaron en un medio un reportaje sobre Lusia Harris. Empecé a buscar dónde estaba el último rastro de ella y fui allí, y la encontré.

Como la entrenadora de basket Dorothy Gators.

Sí esa también. La vi allí en algún lugar, buscando sobre Chicago. Yo le tengo cariño también a la historia del entrenador de Larry Bird y a la señora que tiene un bar en los Apalaches, que pone la tele para ver los partidos de Giannis Antetokounmpo. Esas historias sí que solo te las puedes encontrar si las encuentras in situ, porque nadie va a hablar de esa señora, porque realmente no es una historia en sí. Yo aprecio mucho esas historias que te has encontrado y que son como desconocidas, que realmente tampoco tienen nada para que fuesen conocidas pero sí que sirven para explicar el país.

El deporte femenino tiene bastante protagonismo en el libro, no es solo un capítulo anecdótico.

El objetivo es explicar el país a través del deporte, entonces no puedes explicarlo a través del deporte que deje a mitad de la población fuera. Antes de empezar el viaje tampoco sabía mucho de la NBA femenina pero sí que me obligué a formarme. Porque a mí me chirriaría coger un libro y que solo aparezcan hombres.

Además fueron las verdaderas protagonistas del “Black Lives Matter” o de otros movimientos sociales como el racismo, identidad sexual...

Sí, diría que fueron pioneras. Y todo ello, cobrando muchísimo menos y que ponen en riesgo su vida real. Yo creo que eso le dio más empaque al libro, el que fuese un poco más plural.

Una de las protagonistas es Lusia Harris, que fue drafteada por la NBA, pero no se presentó porque ella creía que no era capaz.

A mí me parece la historia más triste, porque ella falleció después y sí que me marcó mucho. Ella, al final, es que ni se planteaba en su época; era una fuera de serie. La NBA femenina hizo 25 años el año pasado y no tenía más opción que irse fuera después de acabar la universidad. Me marcó una frase suya, que durante una época no podía ni pensar más en el baloncesto porque le dolía en el alma; me parece durísimo.

¿Ha sido consciente de con quién se ha encontrado?

Me impactó sobre todo Lusia Harris, estar delante de una persona que en unas circunstancias actuales sería una leyenda del baloncesto o que lo es, solo que no tiene reconocimiento. También me pasó, por ejemplo, en Flint, con la gente que estaba jugando. Allí veías a una mujer que era profesional, otro tío que había sido profesional en Europa, un campeón de la Super Bowl...

Cuando llega a San Francisco, habla de los Golden State Warriors. Construyen un estadio en los márgenes de la ciudad y la entradacuesta 800 dólares mientras gran parte de la sociedad no puede ni costearse un piso.

San Francisco es una ciudad que te choca porque hay 800.000 personas viviendo y 8.000-10.000 viven en la calle. Ves tiendas de campaña por todas partes. Es una de las ciudades más ricas del mundo, es una ciudad con una renta por capita más alta de todo EEUU. Y eso que California en teoría es como un estado progresista. Los Warriors explican esa ciudad rica y de lujos, moderna, pero que vive de espaldas a la justicia social.

¿Hay racismo en la NBA?

La propia NBA, históricamente, ha sido conformado por jugadores negros, entrenadores blancos y todos los dueños de los equipos blancos. Eso ha ido progresando. En la NBA femenina hay una historia de una chica que se llama Renee Montgomery, que era jugadora de basket, y es ahora una de las dueñas de una franquicia tras comprarle a la senadora republicana de Atlanta. Pero claro que hay racismo, porque lo hay en todas las partes.

Empezando por el sistema universitario. Una universidad vende sus derechos televisivos y de ropa por millones de dólares; los técnicos, muchos blancos, cobran millonadas, y al final, el atleta, normalmente negro, es el que va allí y vende su futuro; mínimo, juega un año gratis. La universidad ha sacado millones porque tú juegas allí, pero si tú te lesionas y nunca puedes llegar a capitalizar esos años, no es esclavitud, pero se le parece.