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AZKEN PUNTUA

Beti arte Salu!


Cuando se conoció la muerte de Jabier Salutregi, un amigo escribió en Twitter algo que me conmovió, tal vez, porque yo sabía que lo que decía lo sentía de verdad. Mucho más joven que Salu, nunca le conoció de cerca ni tuvo ocasión de hablar con él, pero sé que le respetaba y admiraba. Y también porque en el mensaje se traslucía una reflexión que sitúa la importancia de nuestro vivir en el difícil camino de un pueblo que se empeña en existir. «Qué pena me da ver -afirmaba- cómo, poco a poco, se va una generación a la que tanto he admirado y querido. Personas de las que he aprendido muchísimo y que han hecho que hoy sea quien soy». Y terminaba: «Betirarte Salu». Me pareció una bonita despedida, un adiós que lleva el nombre de Salu pero que implica a los hombres y mujeres que, como él, eligieron comprometerse con su tiempo e hicieron de su vida una militancia anónima incluso en las causas que se pierden. Siempre que hablo de estas cosas me doy cuenta de que, en realidad, una y otra vez, estoy interpretando una idea que encontré en un texto de Sartre y que nunca he olvidado. En uno de los pocos encuentros que tuve con Salutregi, recuerdo que hablamos de ello. De Sartre y de los compromisos que exige responsabilizarse del tiempo y del lugar en que hemos vivido. Beti arte Salu!