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GAURKOA

¿Ocaso?


En el punto medio está la virtud», proclamaba el estagirita, y así nos han educado, limitando la exploración de cada uno de los espacios laterales que se cruzan en la «mitad virtuosa». Desde hace 25 siglos, ¿la existencia no ha conseguido modelar la esencia de Macedonia? Las líneas que siguen expresan la frustración en mí y en otras personas de la misma sensibilidad política ante la decisión tomada por dirigentes de un partido que fue guía en nuestra lejana juventud. Pasaré sobre los aterradores escritos de su decimonónico fundador; era la época, algunos me dirán, pero, fueron conocidos al mismo tiempo que el “Mein Kampf” al que no se nos ocurriría comprender «porque fue aquella época».

Me quedo con los formadores momentos en los que, estudiante en París, pasaba con el lehendakari Agirre, que con su esposa a veces me invitaban a cenar a su casa junto al músico donostiarra Fermín Pujol, que con su chispa hacía reír a Agirre hasta las lágrimas. Antes, habíamos recibido del lehendakari el entusiasmo impulsor de la esencia de Euskal Herria. Quiero hacer constatar que no «pertenezco» a ningún partido político, pero que he admirado a José Antonio Agirre. Le siguieron propagadores que no cesaron de enriquecer el contenido esencial del ideario abertzale, el verdadero que pide el poder al Pueblo para devolvérselo con derecho a decidir en nuestro territorio.

Esta introducción nos conduce a la actual actitud reprochada al PNV en su alianza con el PSOE después de las elecciones municipales y junteras. ¿Será síntoma de su ocaso?

Somos todos Lavoisier. No sabemos crear, solo sabemos transformar, y transformamos. La generosidad natural nos enseña a sacrificar ideales, pero jamás los estructurantes, en favor de la garantía del arrimo que permite disfrutar de una sombra de poder. Somos demócratas, lo que nos obliga a convivir con un partido que opta por alianzas abracadabrantes con el enemigo de su ideal de base, el derecho a decidir. Su ética política, ¿le forzará a denominarse Partido Regionalista Vasco?

Entre dos campañas electorales el partido español aliado, por ahora, no cesa de oponer su rechazo absoluto a un referéndum sobre el derecho a decidir en la Euskal Herria de España, bajo el silencio de su coaligado vasco.

En cuanto comienza cualquier campaña electoral, el hasta entonces discreto vinculado se desgañita en favor del referéndum, pasando con la soltura de un dantzari, de sumiso a, parece ser, independizado. Lo veremos en la ya comenzada campaña electoral para las próximas elecciones autonómicas, así denominadas a pesar del oxímoron que genera la ley, autonomía sin derecho a decidir (?!). Es cierto que el oxímoron se usa en general en sentido figurado, porque en otro caso sería insensato y/o incoherente.

En todos los partidos políticos existen dos patrones de adherentes, los dirigentes y los demás. En el PNV, dirigentes y simpatizantes se sitúan en la línea del empeño en honrar el término nacionalista, no por repulsa a España, pero por defensa de todos los componentes de la cultura vasca universal. Frutos del «Árbol Santo» al que rogábamos «Eman ta zabal zazu munduan fruitua».

Muchos votantes del PNV afirman su decepción de alianzas «contra naturam» promulgadas por sus dirigentes cuyas actitudes tienen como efecto el aumento de la abstención por asqueo o el cambio de voto confirmado por la bajada de los votantes del PNV.

La excusa de algunos dirigentes del PNV es que «los de Bildu» no se han desmarcado de la acción de ETA. Pregunto: ¿han pedido, esos dirigentes, a sus socios españoles que se desliguen de los crímenes del GAL agravados por tratarse de Terrorismo de Estado en pleno gobierno socialista, con las mismas palabras, nada más, que las utilizadas ya por Bildu en varias ocasiones expresando su «comprension de las desgracias producidas por los atentados de ETA»? ¿Lo han pedido a sus íntimos aliados, y si no, que esperan?

Pero la democracia es también, desgraciadamente, luchar por los derechos de asociación, como es el caso del PNV asociándose con España aunque solo sea por conservar el poder. ¿Para qué? Solo Dios lo sabrá, porque la vieja ley se pasma.

Una cosa es unirse a votar con quien proponga puntualmente disposiciones que convengan a Euskal Herria, eso es hacer política. Otra cosa es la sumisión voluntaria expuesta por De la Boetie (S. XVI) en su “Discurso sobre la servitud voluntaria” con la intención de salvar la barrera entre subjetividad y objetividad. Se trata de conductas democráticas correspondientes a contratos de dominio en el que el tirano solo tiene el poder que se le da.

Se comprende la desazón del votante del PNV, que solo puede limitarse a «contemplar» como un partido que tantas esperanzas nos dio durante el franquismo, y creíamos durante el actual tardofranquismo, se preste únicamente por mantenerse en el poder sin objetivos estructurantes como el derecho a decidir, a perder su alma teniendo cada vez menos soportes sentimentales que siguen votando por él sin saber, en muchos casos, por y para qué.

Lo peor no es la opción de los dirigentes, pero sí el giro copernicano dado a los hechos postelecciones respecto a determinaciones expresadas durante la campaña electoral.

Es difícil resignarse, pero eso también es la democracia.

Lo verificaremos en cuanto empiece la próxima campaña electoral para las autonomías. Nos cargaran los oídos con sus aclamaciones en favor del derecho a decidir, manteniendo su alianza con los enemigos esenciales al referéndum por el derecho a decidir, verdadero sustituto del concepto de independencia de un territorio, suelo más identidad, que nada significa si no se dispone de moneda propia, ni de decisiones propias de defensa, ni de medios financieros propios a determinar una política industrial.

Apariencia, apariencia, apariencia, solo contrarrestada por el derecho a decidir expresado por nuestro territorio en votación exclusiva de sus habitantes.