Dabid LAZKANOITURBURU

El factor bielorruso

Todo apunta a que Putin pidió a Lukashenko que le quitara de encima a Prigozhin y a sus huestes mercenarias, a sabiendas de que el autócrata bielorruso le debe su supervivencia política tras las protestas de 2020.

El antiguo dirigente de un Koljos (granja colectiva soviética), devenido presidente vitalicio de su país -como el exagente del KGB ruso-, es perro viejo y tiene esa atávica sabiduría ¿campesina? que le permite salir airoso de las situaciones más alambicadas y sacudirse la presión, por muy insistente que esta sea, y provenga de las ansias neoimperiales de Rusia o de los cantos de sirena pro-occidentales de la UE.

Putin le debe una, o varias, teniendo en cuenta que Lukashenko puso su territorio a disposición del Ejército ruso en el comienzo de la invasión.

Ahora ha accedido a acoger al jefe de Wagner y a los miles de mercenarios decididos a seguirle al exilio y asegura que su experiencia militar puede resultar de ayuda a su régimen, dando a entender que podría utilizarlos como fuerza de choque en caso de que, en su día, volvieran las protestas populares a las calles de Minsk. Que se ande con tiento. Porque grupos como Wagner, como se ha visto estos días tienen su propia agenda y siempre cobran peaje.

Lukashenko sostiene que «si colapsa Rusia, moriremos todos». El problema es que, para salvarla y salvarse, corre el riesgo de cargar con un escorpión. Como la fábula de Esopo sobre la rana que cruza el río.