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Alerta azul


Llevan apenas diez días ejerciendo el poder en comunidades y ayuntamientos y la retahíla de actos de censura se muestra como una avanzadilla del desastre que se avecina contra todas las libertades, la primera la de expresión, allá donde PP-Vox tengan mayoría suficiente para derogar libertades básicas. La casuística en este principio de verano es grande y no se puede tomar con desidia este retroceso. Los que hemos vivido bajo la obligatoriedad de la censura previa sabemos valorar mejor la libertad. Ha existido una censura invisible muy cínica, que es la económica, que se ejerce con donosura y coartadas miles por leyes, reglamentos y decretos que ayudan a perpetrarla sin que apenas se note, pero que acaba produciendo los mismos efectos destructivos. El miedo lleva a la autocensura y a proponer unas obras que no molesten o, más aún, que complazcan a los que mandan.

Lo que ha sucedido ahora es casi grotesco, pero es un síntoma grave. En dos casos son obras de teatro contratadas por un ayuntamiento, que al llegar el nuevo consistorio las bajan de la programación y cuando se produce la denuncia se aducen problemas presupuestarios. Una mentira muy manida. En otros casos son más claros, una película de dibujos animados porque dos mujeres se besan, y en otro caso una obra de Lope de Vega, exacto, han leído bien, porque su cartel tiene supuestas incitaciones sexuales. Hay que decretar la alerta y gritar, ¡NO A LA CENSURA!