Koldo LANDALUZE
CATA DE VINOS

Un brindis afable y sin riesgos

Tomando como referencia su propia obra de teatro homónima, Ivan Calbérac vuelve a colocarse detrás de la cámara para rodar una comedia afable y para ello ha contado con la compllicidad de los actores que la protagonizaron sobre los escenarios, Isabelle Carré y Bernard Campan. Dos intérprets más que solventes que, por otro lado, vuelven a coincidir ante una cámara veinte años después de encarnar a dos amnésicos en el drama “Acordarse de las cosas bellas”. De manera inmediata, el director coloca sus cartas sobre la mesa, presentado a dos personajes que, inevitablemente, compartirán mucho más que una botella de vino.

SOLEDADES COMPARTIDAS

Ella es una mujer amable que nunca tuvo excesiva suerte en sus relaciones y su vida transcurre en compañía de un gato, una madre gruñona y un grupo de personas sin hogar para los que prepara una cena gourmet en la iglesia local todas las semanas. Por otro lado, él regenta una pequeña bodega que se encuentra al borde de la quiebra. En su rostro siempre se dibuja un rictus amargo, acorde a su comportamiento misógino.

Diametralmente opuestos, ambos coincidirán en una tienda mientras ella compra una botella de vino. A partir de este instante, la historia nos guía a través de la accidentada cata de vinos que se celebrará en pleno campo. Siguiendo a distancia prudente la magnífica “Entre copas” de Alexander Payne, “Cata de vinos” no se esfuerza en exceso en aportar excesivas cuestiones novedosas, todo transita por situaciones bien calculadas que derivan en unos puntos de conexión que justifican que dos caracteres opuestos se complementen. Carré y Campan asumen todo el peso del filme y vuelven a demostrar sus solvencia interpretativa en un proyecto que se esfuerza en exceso en dibujar una sonrisa cómplice en el espectador.