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DELFINES DE PLATA

El hotel de los líos


El madrileño Javier Elorrieta es un director que ha seguido la estela de Álvaro Sáenz de Heredia, es firmante de una serie de ficciones y largometrajes tendentes a repetir, de manera muy superficial y cañí, los preceptos del cine comercial estadounidense. Fruto de estos esfuerzos son una suma de productos de muy bajo calado que, si ya chirriaban en los ochenta y noventa, en la actualidad pueden ser vistos como una especie de arqueología pulp y casposa. Ejemplo claro de esta manera de entender el cine como algo trasnochado es este enloquecido thriller que se asemeja al camarote que imaginaron los Hermanos Marx en su “Hotel de los líos”. Tomando como referencia la novela de Félix García Hernán, “Delfines de plata” concentra su acción y tribulaciones en un hotel de lujo enclavado en Madrid. Un escenario en el que se dan cita una variopinta galería de personajes muy pobremente perfilados. Entre ellos destaca un inmigrante nigeriano que trabaja en el mencionado hotel, que se verá inmerso en un entramado inquietante relacionado con una célula de Boko Haram que está preparando una acción armada. En el mismo hotel, un ministro del interior encontró el lugar discreto que requería una relación sentimental y, en mitad de este embrollo, con torero incluído, un policía intentará poner orden a semejante desconcierto. Lastrada por un ritmo muy torpe, la película intenta eludir su inevitable naufragio mediante un encadenado de clichés y diálogos lapidarios que, en ciertas situaciones, provocan en el espectador una incómoda sonrisa. Detrás de la cámara, su director no oculta que su estilo pertenece a otra época y lo demuestra sirviéndose de recursos como el fundido a negro que corta una escena y que deriva en una elipsis para disfrazar la falta de recursos de un producto de tercera fila con demasiadas ínfulas y que no llega a ningún lado en concreto.