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DE REOJO

El precio de un tricornio


El ciclo se retroalimenta y entre sudores fríos y visitas reiteradas al servicio o trono, la vida se resume en un querer poder y un poder no querer, aunque se pueda. Los cohetes al subir dejan a las ovejitas luceras insatisfechas y las noticias se perfuman con abruptos mensajes codificados que alimentan la neurosis y cercan a la razón en unas vallas flotantes que van desde el transporte publico a ese trozo de arena que se disputa cada unidad familiar.

Refresca jugar a descubrir el engaño, la mentira, la mueca del destino. Todo cuanto rodea a Trump forma parte de una aberrante estrategia de propaganda de embellecedores de azulejos. Cuesta entender la situación en Colombia donde el hijo mayor de Gustavo Petro está declarando ante la Fiscalía por blanqueo de capitales, acepta que ha cobrado dinero de un exnarco y que parte de lo recaudado sirvió para la campaña electoral de su padre. Realismo mágico político.

Porque aceptando la relatividad de casi todo lo que tenga que ver con un discurso en donde aparece un exnarco, lo cierto es que coloca la realidad en una nebulosa donde puede caber que se robe un bolso en el aeropuerto de Barcelona y contenga ocho millones y medio de euros en joyas pertenecientes a una persona rusa. Maneras extrañas de viajar de vacaciones. O si miras el destino cruel de una muchacha veinteañera que, paseando por la misma Barcelona, se desploma una palmera y acaba con su vida. Atentos, porque lo importante a mi entender es saber el precio de un tricornio: sesenta y seis euros con noventa céntimos. Y hay serios problemas de suministro.