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DE PERDIDOS A RÍO

Un indigesto y exótico cóctel de tópicos


Vvuelve a ser palpable que el género de la comedia pasa por ser uno de los más difíciles, sino el que más, en esta fallida fiesta de amiguetes escenificada en escenarios exóticos.

Tras dirigir a Karra Elejalde y Enric Auquer en “La vida padre” (2022), Joaquín Mazón reincide en la comedia en este su segundo largometraje cuya trama guarda notables puntos de coincidencia con la saga “Resacón”. Mucho menos efectiva y lograda que el modelo hollywoodense elegido, “De perdidos a Río” pretende ser una apuesta gamberra con cierto empaque argumental, sobre todo en lo relativo a poner de manifiesto, una vez más, la sinrazón que nos asalta a los hombres cumplidos los cuarenta años.

Este concepto de inmadurez es resuelto mediante clichés mil veces vistos y desarrollados a partir de la cuadrilla de amigos que se trasladará hasta Río de Janeiro para recuperar el cadáver de un viejo amigo del instituto que, supuestamente, falleció en extrañas circunstancias. Mientras todo ello ocurre, los protagonistas se toman su tiempo para disfrutar de una juerga lejos de sus “ataduras” familiares. De esta forma, volvemos a toparnos con las tribulaciones compartidas por un grupo de urbanitas en un territorio ajeno.

Pablo Chiapella, todo un habitual en propuestas televisivas en clave de comedia, lidera la expedición que compartirá diferentes y accidentados episodios, que quieren dar sentido a una historia cuyo interés se diluye progresivamente debido al poco acierto que tienen los gags y chistes que salpimentan una función previsible y carente de chispa. El estudio de personajes es inexistente y el humor coquetea más con los tópicos machistas que con el humor negro.