Raimundo FITERO
DE REOJO

Declaración de Belém

Nos acostumbramos a deshacer los tópicos en bacterias imprescindibles que acaban oscureciendo todas las obviedades sobre las que operamos de manera inconsciente. La deforestación del planeta es un asunto de extrema gravedad porque todo lo que contraponemos entre negacionistas y defensores de la vida se empieza a visualizar en las masas forestales. Y si hemos acuñado la negligente paradoja de insinuar que la Amazonia es el pulmón del mundo, no hay que olvidar que existen otros pulmones distribuidos por el resto de los continentes que están sufriendo, de igual manera, una reducción que se puede empezar a considerar criminal.

La cuenca amazónica abarca a Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela, y la situación económica y de recursos en combustibles fósiles es muy variada y condiciona tomar decisiones muy concretas, por ello la Declaración de Belém está recargada de buenas intenciones, reproches generales y pide una mayor implicación real, sin dudas ni concesiones. Esta reunión que ha impulsado Lula pretende que exista una postura común entre los países con bosques ante la cumbre de Emiratos Árabes Unidos durante la COP28, por ello participaron representantes de la República Democrática del Congo, la República del Congo e Indonesia porque son países con grandes masas forestales, que también están sufriendo el mismo deterioro.

Todos debemos contribuir al mismo objetivo. Las consecuencias de esta deforestación las sufriremos todos, como se puede intuir ante estas violentas manifestaciones climáticas extremas.