Amaia U. LASAGABASTER
CAMPEONATO DEL MUNDO

Recompensa a un equipo pionero

Australia se vuelca con una selección pionera en la igualdad salarial pero con una Liga todavía muy modesta. Sólo tres de las 23 internacionales que disputan el Mundial juegan en la A-League Women, que puso en marcha la Federación hace quince años.

Las australianas rodean a Arnold, sensacional en la tanda de penaltis.
Las australianas rodean a Arnold, sensacional en la tanda de penaltis. (William WEST | AFP)

En 2021, justo cuando se cumplía un siglo del primer partido femenino en la isla-continente, Australia alcanzaba su techo en Tokio, clasificándose por primera vez para disputar las semifinales de un gran torneo mundial. Suecia y Estados Unidos le dejaron sin final olímpica uno y sin medalla el otro pero, sabiéndose ya anfitrión del Mundial, se marcó un objetivo. Ambicioso, vista su trayectoria, pero factible, vistos los resultados.

Y es que dos años después Australia vuelve a pelear por las medallas. Y esta vez en su casa, en un Mundial que confirma que el interés por el fútbol avanza a zancadas en el país. Mientras en Nueva Zelanda, con menos afición y una selección más humilde, la asistencia a los estadios ha sido algo más comedida -aunque suficiente para que, en conjunto, se haya superado largamente la marca de Canadá 2011-, en Australia se han acumulado récords desde el mismo partido inaugural, que reunió a 75.784 espectadores en el Estadio Australia de Sidney, que también acogerá la final, igualmente lleno hasta la bandera.

Y quién sabe si con la selección de casa jugándose el título. No será un mal modo de premiar a una de las primeras Federaciones del mundo que equiparó condiciones y sueldos entre mujeres y hombres.

El fútbol vivió en la sombra hasta que en los setenta del siglo pasado aparecieron ya torneos más o menos reglados y nació la selección. Tuvo mucho de vocacional durante décadas pero con buenos resultados, mucha pelea y el empuje de una afición que ha ido creciendo poco a poco hasta explotar en este Mundial, las futbolistas australianas lograron un convenio pionero; pionero aunque estemos hablando de 2019, prácticamente anteayer. Gracias a ese acuerdo, selección femenina y masculina, además de trabajar en condiciones similares, tienen el mismo sueldo, un 24% de los ingresos de la Federación, con el compromiso de que un 5% de sus ganancias lo donen a equipos juveniles. Casualidad o no, en los dos grandes torneos posteriores al acuerdo, han llegado los mejores resultados de las Matildas, semifinalistas en Tokio y ahora.

Lamentablemente, la situación no es tan halagüeña en una Liga que no acaba de encontrar la fórmula del éxito. Tras cuatro años de parón, la Federación recuperó el torneo a instancias del entonces seleccionador Tom Sermanni, convencido de que sin una Liga nacional potente, la selección no podría codearse con las grandes.

Así que la Liga -ahora A-League Women- echó a andar en 2008 y una década después, en 2019, salió del paraguas de la Federación para quedar en manos de la Asociación profesional de clubes. Sigue siendo una competición modesta -el mejor ejemplo es que solo de las 23 internacionales juegan allí-, aunque ya ha pasado de ocho a doce participantes, uno de ellos neozelandés, e integrará a dos más el próximo año.

Curiosamente, a medida que mejoraban sus condiciones, ha perdido potencial. Hasta hace bien poco, muchas futbolistas aprovechaban su diferente ubicación en el calendario para disputar dos ligas -la propia Sam Kerr compaginó durante tres cursos la W-League y la NWSL-, lo que además les permitía complementar los bajos, a veces inexistentes, salarios del torneo. Pero la exigencia creciente de todas las competiciones ha ido acabando con la práctica y la gran damnificada ha sido la W-League. Y eso que en 2017 estableció por primera vez un salario mínimo, que hace dos años se incrementó e incorporó otros compromisos concernientes a las condiciones de trabajo. Pero aún a día de hoy, es de apenas 10.000 euros y la profesionalización de la Liga está todavía lejos de ser absoluta.

Quizá el éxito popular del Mundial sea lo que necesitaba para que apuesta de unos y respuesta de otros confluyan en el empujón definitivo que necesita el torneo.