EDITORIALA

Vuelco político en Guatemala y Ecuador

El pasado 13 de agosto, marcó un auténtico batacazo político: el ultraderechista Javier Milei vencía por sorpresa en las primarias de Argentina. Según varios analistas y polítólogos, se confirmaba así una tendencia sin marcha atrás. A saber, que era evidente que la polarización atravesaba y afectaba el tejido social, la vida familiar y toda creencia en el progreso material, que gustara más o menos, a Milei le dieron su voto muchos jóvenes y pobres, los ignorados por una política que se habla a sí misma. Su triunfo confirmaría que la política tradicional perdió el monopolio de la representación de las mayorías y sobre todo la narrativa que hace creer que mañana será mejor que hoy. Casi diez días después, desde Guatemala y Ecuador llegan aires de esperanza que ponen en duda esos discursos sobre el inevitable cambio de ciclo y de paradigma de la política de América Latina.

Lo de Guatemala ha sido un inesperado vuelco político. Con el triunfo del progresista Bernardo Arévalo en la elección presidencial, del partido Movimiento Semilla, el largo ciclo de gobiernos corruptos y oligárquicos que ha padecido el país centroamericano parece haber llegado a su fin. Está por ver. Máxime cuando el Movimiento Semilla, que surge de las revueltas populares de 2016 contra el entonces presidente Otto Pérez Molina, exmilitar acusado de genocidio, ha sufrido un brutal ataque de los medios oligárquicos y las instancias judiciales del país que han tratado de sacar de la contienda al aspirante y al partido, sin éxito ni fundamento jurídico sólido. Con esos antecedentes, el camino del ahora mandatario electo hacia la toma de posesión no será nada fácil, la oligarquía guatemalteca es dueña de partidos y presidencias, y hará todo lo posible por obstaculizarlo.

En Ecuador, la progresista Luisa González, del partido correísta Revolución Ciudadana, ha ganado con ocho puntos de diferencia sobre su más próximo rival, el conservador Daniel Noboa, hijo de magnate postulado por tres partidos de derecha. El resultado es esperanzador, abre la perspectiva de un retorno a la senda democrática, social y soberanista que siguió Ecuador durante la presidencia de Rafael Correa.