NORA FRANCO MADARIAGA
Entrevista
Josu de Solaun
Pianista

«Una vez cantas tu pérdida, no lo puedes volver a hacer»

El dolor y el amor son dos temas perennes que impregnan todas las vidas humanas y que se mezclan irremediablemente. El disco “Loss & Love” es el fruto de las duras pérdidas personales de sus intérpretes, el violonchelista Adolfo Gutiérrez Arenas y el pianista Josu de Solaun, quienes presentan este trabajo discográfico en la Quincena Musical.

(QUINCENA MUSICAL)

 

Tiene usted la doble nacionalidad española y estadounidense. No le voy a poner el compromiso de elegir, pero sí le voy a preguntar por las diferencias de ambos países con respecto a la música.

[Risas]. No tendría ningún problema en elegir, obviamente quiero más a mi tierra. Y en cuanto a las diferencias… es complejo, pero quizá la principal sea que para Europa la música es una especie de legado que el Estado tiene que custodiar también de alguna manera y en Estados Unidos piensan que el Estado no tiene por qué intervenir en esa custodia. Yo creo que esa es la diferencia fundamental. En Estados Unidos la música sigue siendo un ámbito privado más y, en cambio, para Europa, hay parte de la música que no se considera un ámbito de mercado, sino que es una cuestión como la Sanidad o la Educación.

Estudiar en la Manhattan School of Music, rodeado de grandísimos profesores, figuras relevantes de la música, parece una experiencia de las que forjan carácter. ¿Fue así?

Bueno, yo era muy joven cuando entré y no era consciente. Mis profesores, en realidad, eran europeos, porque eran exiliados o del nazismo o del comunismo soviético, la mayor parte de ellos judíos, además. Y para mí eran simplemente figuras paternas, yo no era consciente. Fue después, cuando me hice mayor, cuando dije: ¡madre mía, si este era mi profesor! Pero la mirada de un niño es muy inocente. Pero eso también me permitió no verlos como grandes mitos y, sobre todo, no compararme con ellos, porque entonces no hubiera avanzado. Esa mirada inocente luego la perdemos, desafortunadamente. La música tiene mucho que ver con esa mirada del niño.

¿Considera usted su forma de tocar el piano americana? ¿Tiene algo de esa cultura?

No sabría muy bien qué quiere decir eso, porque Estados Unidos es un país muy poco homogéneo, mucho menos de lo que parece desde fuera, de lo que los europeos pensamos. Hay muchísimas escuelas diferentes, tendencias… No sé si habría una especie de manera americana de hacer música en la que yo pudiera reconocerme, pero lo dudo, porque, como ya he dicho, mis profesores eran europeos. Mi profesora era una rusa y mis profesores de música de cámara eran exiliados alemanes, checos, húngaros…, aunque es cierto que ellos se sentían americanos, porque Estados Unidos los había custodiado en un momento importante de la vida, cuando en Europa se les perseguía.

Y luego es muy difícil que uno pueda hablar de sí mismo sin engañarse. Decidir cómo yo toco se lo dejo a otros. Es como si te preguntan ¿eres buena persona o mala? Todo el mundo va a decir que es bueno, pero es algo que ya se ve después.

Le vemos habitualmente tocando solo en recitales o con orquestas, pero esta faceta de la música de cámara no suele ser tan habitual.

No, en absoluto. La música de cámara es protagonista de mi vida musical desde siempre, aunque es cierto que en los últimos años he hecho mucho de solista con orquesta, pero la música de cámara no solo me encanta, sino que es una parte primordial. Yo tengo varios dúos estables y un trío, y es una parte muy importante de mi vida musical, no es algo accesorio que hago en verano.

¿Como intérprete, cuál es la diferencia de tocar música de cámara a tocar solo en un recital?

Es la diferencia de vivir en soledad o vivir en familia, entre amigos. Cuando uno está solo tiende a veces a la hiperreflexividad, a estar demasiado metido en sí mismo, y eso tiene algunas ventajas pero, sobre todo, muchos inconvenientes. Cuando uno toca con otras personas recibe de ellos una especie de espejo, y eso ayuda a cambiar cosas, a que el acto musical quede mucho más dinamizado. Es muy difícil dinamizar algo solo. Es la misma diferencia que entre un soliloquio, un monólogo dramático, y una obra de teatro en la que hay más personajes. El soliloquio tiene un aspecto confesional que también puede ser interesante en determinados momentos, pero la música de cámara tiene el aliciente de que hay una polifonía de psicologías que hace que todo lo que es el acto musical se enriquezca de una manera tremendamente fértil.

En el disco que Adolfo Gutiérrez Arenas y usted presentan en este concierto, “Loss & Love”, les une la pérdida.

Sí, yo perdí a mis dos padres durante el covid, y en el caso de Adolfo no fue por culpa del virus, pero también sufrió esa pérdida durante la pandemia. Ambos teníamos una relación muy especial con nuestros padres y pensamos que la música de Schubert y Schumann tiene una especie de herencia estético-espiritual común, compartida, que tiene algo así como la sonrisa que hay detrás de las lágrimas o las lágrimas que se esconden detrás de una sonrisa, y yo creo que eso tiene que ver mucho con las experiencias personales de pérdida y pensamos que esta música quizás era muy susceptible de que se erigiera como una especie de metáfora sonora de nuestra experiencia en ese sentido. Es una música que puede parecer de repente muy eufórica y alegre, pero tiene un punto de melancolía dentro; o, al revés, música muy melancólica que esconde una especie de esperanza para el futuro. Es algo bastante propio de Schumann y Schubert, así que decidimos utilizar a estos dos compositores como trovadores de nuestras pérdidas y titular el disco con estas dos grandes categorías humanas que son el sufrimiento y el amor, y cómo están relacionados entre sí.

De hecho, llama la atención que, en el repertorio escogido, teniendo en cuenta que es un programa dedicado a unas grandes pérdidas, no había música triste.

Todo depende de lo que uno entienda por tristeza. Yo creo que las pasiones humanas nunca se viven de una manera pura, es decir, siempre se mezclan un montón de sentimientos. Entonces, no hay una especie de instancia de tristeza en estado puro, pero sí que hay tristeza mezclada. Por ejemplo, el inicio de la Arpeggione sonata es una música que tiene mucho que ver con el hecho de poetizar la pérdida y cantar tus dolores. Pero sí que es cierto que la mayor parte del disco está en tonalidad mayor, y eso era precisamente lo que queríamos transmitir. No es un disco propiamente elegiaco, es más bien devocional. Notas la pérdida, pero encuentras también las memorias positivas. Es la manera que los humanos tenemos de poder superar algo así psicológicamente. Si lo ves como un sentimiento puro, en blanco y negro, te puedes hundir en una depresión muy fuerte. La idea era que la música tuviera un aspecto redentor que, si bien no te puede sacar de eso, al menos te ayuda a entender que el sufrimiento forma parte de la vida.

¿Qué tiene de especial el diálogo del piano con el violonchelo?

El cello es un instrumento muy particular, con una tesitura que, de hecho, es la mía cuando yo canto o hablo, y la de Adolfo también, de modo que hay una especie de analogía con nuestra propia voz. Y luego el piano es un instrumento que abarca todas las tesituras, lo que le confiere un carácter más narratorio, como si hablara en tercera persona y, en ese sentido, el intercambio es bonito porque da la sensación de que el piano, como narrador, tiene cierta calma, cierta distancia con lo que está pasando, mientras que el violonchelo es un sujeto lírico, más en primera persona, más sintiéndose el humano que afronta las cosas de la vida. Y ese diálogo entre la primera persona y la tercera persona, que es muy novelesco, otorga a las piezas un aire muy reconocible para quien haya leído poesía, novelas… De hecho, el término “romanticismo”, que está tan denostado y que ha perdido toda su verdadera significación, en realidad viene del término “roman”, que en alemán o francés quiere decir novela, por lo que el término “romanticismo” no es más que algo novelesco, que cuenta una historia. En ese sentido, el diálogo entre el cello y el piano es muy susceptible de poder contar historias, y la sensación que uno tiene al escuchar esas piezas es la de un abuelo contándonos las historias de la vida -pero sin letra, claro-.

¿Hay más proyectos discográficos juntos a la vista?

Sí, yo tengo con Adolfo un dúo estable y hay proyectos discográficos juntos sin duda alguna, pero probablemente serán muy distintos. Una vez cantas tu pérdida, no lo puedes volver a hacer. Es como decirle a alguien que le quieres mucho y a la tercera ya no te lo crees. Estamos intentando hacer algo diferente y aún estamos en conversaciones, planteando ideas, pero el año que viene haremos algo, sin duda.