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EDITORIALA

Compromiso de seguir marchando


Para muchos, el Movimiento por los Derechos Civiles de EEUU se ha simplificado hasta convertirlo en una reliquia del pasado, en algo que ocurrió hace mucho tiempo. Entonces, sí, se hacían cosas malas a los afroamericanos hasta que hubo una gran marcha que lo cambió todo. “I Have a Dream” fue un discurso memorable de Martin Luther King, la redención de un sueño tras el cual todo fue armonía. Se aprobaron leyes. El racismo llegó a su fin. Al parecer, no había más trabajo por hacer. Hasta ha habido un presidente negro en EEUU, y hoy hay más multimillonarios afroamericanos que nunca jamás en la historia.

Sin duda, la Marcha sobre Washington de 1963 fue uno de los acontecimientos más importantes en el camino de EEUU hacia una sociedad más inclusiva. Pero aquella Marcha no fue la culminación de la lucha por los Derechos Civiles; más bien se dio al comienzo del movimiento. Se produjo después de la campaña para eliminar la segregación en las instalaciones públicas de Alabama. La Marcha aprovechó ese impulso y el hecho que King estaba en la cima como profeta y activista político. Todo era posible y, sin embargo, todo era incierto. Hubo mucha más tragedia antes de los logros. Tres semanas después de la Marcha, racistas blancos incendiaron una Iglesia Bautista en Alabama y mataron a cuatro niñas. El presidente Kennedy fue asesinado al poco tiempo.

Sesenta años después, la Marcha sobre Washington es recordada como el evento glorioso e icónico que fue. Sin embargo, lo que no se recuerda tan bien es lo impopular que fue en aquel momento. El Movimiento por los Derechos Civiles nunca fue tan popular en tiempo real como lo es ahora en el mito y la imaginación. 60 años después, la mejor manera de conmemorar la Marcha sobre Washington es no dejar de marchar, de organizarse, de hablar. La mejor manera de honrar aquel día es luchar para ampliar, y no dejar restringir, los derechos conquistados; es volver a comprometerse a cuidarnos y protegernos unos a otros de aquellos que quieren hacer daño, robar sueños y libertades. Es soñar siempre, libre y suelto, comprometiéndose a seguir marchando.