30 AGO. 2023 GAURKOA ¿Verter el agua radiactiva de Fukushima al mar no tiene riesgos? Julen REKONDO Experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente Fukushima otra vez es noticia, después de que Japón empezara el jueves a verter el agua contaminada por el accidente nuclear de Fukushima. El proyecto de tirar 1,34 millones de toneladas del líquido radioactivo depurado ha generado una fuerte oposición entre la población, los pescadores y las organizaciones ecologistas, además de las críticas de países vecinos. Se trata de aguas residuales nucleares tratadas utilizadas para refrigerar los reactores dañados de la central nuclear japonesa de Fukushima, afectada por un terremoto y un tsunami hace más de una década. El accidente de Fukushima-Daiichi, ocurrido el 11 de marzo de 2011 en una central que poseía seis reactores, se construyó en una zona de gran actividad sísmica -en el Cinturón de Fuego del Pacífico-, que registra más de 5.000 temblores al año, y en su construcción no se consideró la opción de tomar algunas medidas encaminadas a evitar, o al menos minimizar, las consecuencias de un posible accidente. El complejo se construyó sobre un acantilado a 10 metros del nivel del mar y no se planteó levantar un muro de contención lo suficientemente alto que garantizara la protección frente a un posible tsunami, que posteriormente tuvo lugar y que levantó olas de 15 hasta 25 metros. El accidente de Fukushima tiene efectos novedosos que nunca antes se habían registrado. El principal problema es la contaminación del agua. Inicialmente, los reactores se regaron de forma masiva con agua de mar para luchar contra la fusión de los núcleos y posteriormente las aguas subterráneas que fluyen desde las cercanas montañas hacia el mar se contaminaron al atravesar el subsuelo, e incluso al penetrar dentro de las contenciones. Gran parte de la radiactividad fue a parar al mar, y los niveles de radiactividad de las áreas cercanas impactaron sobre la actividad agrícola, ganadera y pesquera, afectando a la cadena alimentaria y por consiguiente a la salud de las personas. El Gobierno de Japón decidió en 2021 el vertido al Pacífico de agua empleada para refrigerar los reactores dañados en el complejo nuclear de Fukushima, y que está contaminada de isótopos radiactivos. Son más de un millón de toneladas de aguas radiactivas, que, aunque hayan sido procesadas en circuitos llamados ALPS (Sistema Avanzado de Procesamiento de Líquidos) para retirar 62 tipos de materiales radiactivos, a excepción del tritio, no es inocua y tendrá repercusiones sobre la flora y la fauna marina, y la salud humana, según los países vecinos y diversos expertos. Japón afirma que las aguas residuales serán seguras. En estos doce años se ha trabajado diariamente para descontaminar la central. En la primera etapa se trató de evitar que hubiera emisiones de radioactividad vertiendo agua sobre las instalaciones. Esa agua y la que han tomado del subsuelo de la zona se ha ido acumulando en unos enormes tanques pero ya no cabe más agua. El plan de vertido de Japón consiste en liberarlas gradualmente a lo largo de las próximas tres décadas. Mientras el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) evalúa la seguridad del plan y lo apoya, algunos países vecinos de Japón lo critican por unilateral y peligroso. Por su parte, científicos estadounidenses temen que las corrientes oceánicas puedan transportar isótopos radiactivos nocivos por todo el océano Pacífico. En declaraciones recogidas en “National Geographic”, «se trata de un acontecimiento transfronterizo y transgeneracional» el plan de vertido, afirma Robert Richmond, director del Laboratorio Marino Kewalo de la Universidad de Hawái y asesor científico del Foro de las Islas del Pacífico, que representa a 18 naciones insulares, algunas ya traumatizadas por décadas de pruebas nucleares en la región. «Todo lo que se libere en el océano frente a Fukushima no se va a quedar en un solo lugar». Richmond cita estudios que demuestran que los radionucleidos y restos liberados durante el accidente inicial de Fukushima se detectaron rápidamente a 8.500 kilómetros de distancia de la costa de California. Los elementos radiactivos de los vertidos de aguas residuales previstos podrían volver a extenderse por el océano, afirma. El pasado mes de diciembre, la Asociación Nacional de Laboratorios Marinos de Estados Unidos (una organización con más de cien laboratorios miembros en Estados Unidos o sus territorios) hizo pública una declaración en la que se oponía al plan de vertido de aguas residuales. Citaba «la falta de datos científicos adecuados y precisos que respalden la afirmación de seguridad de Japón». Los vertidos, según la declaración, pueden amenazar la «mayor masa de agua continua del planeta, que contiene la mayor biomasa de organismos, incluido el 70% de la pesca mundial». Los tanques de las aguas residuales almacenadas contienen diversos niveles de isótopos radiactivos como cesio-137, estroncio-90 y tritio, afirma Ken Buesseler en National Geographic, radioquímico marino y asesor del Foro de las Islas del Pacífico, que se pregunta hasta qué punto es eficaz el sistema de filtración de aguas residuales para eliminar todos los elementos radiactivos de los tanques. Una enseñanza importante a extraer del accidente de Fukushima y de otros accidentes como el de Chernóbil, son la necesidad de transparencia y comunicación abierta, así como la imprescindible independencia de los organismos reguladores que vigilan la seguridad de las instalaciones, cuestión que a juicio de numerosos científicos no se ha dado tanto en la gravedad del accidente de Fukushima como en el caso del vertido de aguas radiactivas al océano Pacífico ahora. Mientras el OIEA evalúa la seguridad del plan y lo apoya, algunos países vecinos de Japón lo critican por unilateral y peligroso