Son los que luego firman manifiestos a favor de la «igualdad entre todos los españoles» (no en materia socioeconómica, sino para llevar pulserita rojigualda) y los partidos que los representan quienes ahora pretenden que los votos de los independentistas, que todavía son españoles a todos los efectos aunque sea a su pesar, y los diputados y senadoras que han elegido, no valen lo mismo que los suyos. Y, por ello, cuando Vox tiene agarrado por las gónadas a un candidato o una candidata del PP a una Presidencia autonómica, sus exigencias son peticiones que se pueden negociar, mientras que lo que hacen los «periféricos» es siempre un chantaje.

Pero el caso es que por muchas banderas con las que llenen los balcones y los monstruos agitados en campaña, la mayoría del electorado optó por «el partido de Sánchez», los «comunistas» y los «putos independentistas», y entre todos suman la representación mayoritaria en el Congreso. Es lo que hay.

Y, como es lo que hay, lo que antes era imposible, pero imposible del todo, por ejemplo utilizar el euskara, el catalán y el gallego en el Congreso, de pronto se ha normalizado. Hasta es probable que se tramite una ley de amnistía antes de que Pedro Sánchez opte a la investidura. Pueden seguir reprochando al candidato del PSOE estar dispuesto a todo para llegar a la Moncloa, pero eso ya lo hicieron antes del 23J y el resultado fue el que fue. Es lo que hay. También para Felipe González.