Dabid LAZKANOITURBURU
CRISIS ENTRE POLONIA Y HUNGRÍA POR LA CUESTIÓN DEL GRANO

Exabruptos ucranianos, aspavientos polacos, comicios y geopolítica

Tras unas declaraciones en las que Ucrania denunciaba el veto a su grano como un favor a Rusia, Varsovia respondía anunciando que dejará de suministrar generosamente armamento a Kiev. La crisis, que parece haber bajado enteros, se da en un contexto de dudas sobre la contraofensiva ucraniana, elecciones en Polonia y el creciente acercamiento de Ucrania a Alemania, lo que irrita a aquella.

(Damien SIMONART | AFP)

Lo de que el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, es lo que se conoce como un «bocas» no es un secreto -las voces las pone él-.

A quién se le ocurre desairar en la ONU a Polonia, su vecino y principal aliado, a la vez que el hasta ahora mejor cumplidor en el suministro de armamento al Ejército ucraniano, tachándola de poco menos que aliada de Rusia, su enemigo histórico.

No es la primera vez y hasta EEUU le ha tenido que llamar más de una vez la atención por el tono de sus exigencias y reproches.

Pasadas de frenada quizás disculpables por boca del líder de un país agredido militarmente por un gigante como Rusia y que necesita exigirlo todo para evitar ser engullido por la siempre injusta historia.

Y acaso explicables por la propia idiosincrasia de un Zelenski que, no lo olvidemos, es un outsider, un actor cómico devenido político y que, junto a una temeraria tenacidad, acostumbra a no tener pelos en la lengua, y menos a dejárselos en la gatera. Para bien -otro en su cargo hubiera huido al exilio al día siguiente de la invasión-, y para mal -suspenso en diplomacia-. Una diplomacia que presupone postureo, también en la estentórea reacción polaca

Convendría no olvidar que, con la no renovación del acuerdo sobre el grano por Rusia -que exige a cambio poder exportar sus bloqueados fertilizantes- Ucrania no puede sacar su maíz, trigo, colza y semillas de girasol por el Mar Negro y le queda poco más que exportarlos a Europa. La UE, que abrió sus fronteras comerciales a Ucrania, impuso una moratoria para sus vecinos (Polonia, Hungría, Eslovaquia, Bulgaria y Rumanía) que acaba de expirar.

Los agricultores de estos países se han levantado en pie de guerra por temor a que el grano ucraniano inunde sus mercados con precios sin competencia -no cumplen los requisitos comunitarios-.

Polonia tiene comicios en octubre y los tradicionalistas católicos del PiS saben que dependen del voto rural para revalidar, y van tres, su victoria.

El penúltimo exabrupto de Zelenski, con su diplomacia de «name and shame» (señalar y denunciar) le ha venido al pelo para apuntalar su campaña.

Y, de paso, para pegarle un toque a Ucrania por su acercamiento a Alemania, casi tan o incluso más rival histórico para Polonia que Rusia.

La creciente implicación alemana en el suministro de armamento a Ucrania ha despertado los celos en Varsovia.

Difícil será, con todo, que las aguas no vuelvan a su cauce y Polonia, que anunció el final del suministro de armas a Kiev, ya matiza su enfado.

En espera del día después de las urnas, el ucraniano es un territorio idóneo para que Polonia invierta en seguir debilitando a su enemigo ruso.

El Kremlin, tras concluir que Ucrania no es más que una «construcción estatal artificial», ha sugerido varias veces una «solución». El oeste para Polonia y el sur-este, por supuesto, para Rusia.