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Tragedia mortal en la huida a Armenia mientras Nagorno Karabaj se vacía

Una explosión en un depósito de combustible provocó al menos 68 muertos y cientos de heridos y desaparecidos entre los armenios que, hambrientos y derrotados, huyen en masa de Nagorno Karabaj temiendo la persecución por parte de las autoridades azerbaiyanas. Más de 28.000 personas se han refugiado ya en Armenia.

Desplazados armenios, en la caravana de vehículos cerca del puesto fronterizo de Kornidzor. (A. JOCARD | AFP)

Nagorno Karabaj se está quedando sin habitantes. Decenas de miles de hombres, mujeres y niños siguen abandonando este enclave poblado por armenios bajo la mirada victoriosa de los soldados azerbaiyanos. Al menos 28.000 se habían refugiado ya ayer en Armenia, una semana después de la fulminante ofensiva de Azerbaiyán, que tomó la región en 24 horas.

Y si fuera poco castigo la huida sin agua ni alimentos, después de meses viviendo agotando sus reservas por el bloqueo azerí, este éxodo se vio golpeado el lunes por la explosión de un depósito de combustible que mató a al menos 68 personas, dejó 105 desaprecidos e hirió a 290 en la ruta colapsada de vehículos.

Decenas de ellas seguían ayer en estado crítico. El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) indicó que cientos de personas han sufrido quemaduras y necesitan atención médica especializada.

La entidad está suministrando material médico y ayudando a la evacuación de los heridos con unos hospitales en la región que ya estaban casi por encima de su capacidad antes de la explosión.

El CICR es la única organización autorizada por Azerbaiyán para hacer llegar ayuda humanitaria en los últimos días a la población de Nagorno Karabaj.

PUESTO DE CONTROL

Un sinfín de vehículos que transportan a familias con sus pertenencias -una bolsa rosa, una motosierra, una bici, mantas...- apiladas en los techos se precipitan hacia el último puesto de control azerbaiyano antes del territorio armenio, a través del corredor de Lachín, el mismo que Bakú tenía bloqueado y que ahora abre para facilitar la expulsión de la población armenia.

Nadie cree la promesa del presidente de Azerbaiyán, el autócrata Ilham Aliyev, de que los derechos de los armenios estarían «garantizados» y temen que Bakú lleve a cabo una «limpieza étnica».

En el puesto de control de Kornidzor, los armenios siguen las órdenes tajantes de los soldados azerbaiyanos: «¡Miren hacia arriba!». Los hombres deben caminar los últimos metros que los separan de Armenia delante de los uniformes militares azules apostados a un lado. Dicen buscar posibles autores de «crímenes de guerra».

Muchos relatan que necesitaron 24 horas para recorrer los 80 kilómetros que separan la capital de Nagorno Karabaj, Stepanakert, de la frontera. Un viaje realizado sin comida y, a veces, sin agua.

Al otro lado, cientos de coches aparcados esperan en desorden. Son los armenios que vienen a recoger a sus familiares o amigos. Algunos no han llegado aún.

Artak Soghomonian explica que espera a la familia de su hermana y que su hermano también quiere dejar Stepanakert, pero sigue buscando gasolina. Una búsqueda peligrosa que dejó decenas de víctimas en la explosión del lunes.

Los refugiados son acogidos en Goris, una ciudad de 20.000 habitantes convertida en refugio para los que se dirigen a Ereván o a otros lugares de Armenia, o para los que no tienen adónde ir, como Valentina Asrian, cuyo cuñado murió en los combates y que sostiene a su nieto envuelto contra su cuerpo.

La semana pasada, el presidente armenio, Nikol Pashinian, anunció que su país de 2,9 millones de habitantes se estaba preparando para acoger a 40.000 refugiados. Nagorno Karabaj contaba con 120.000 armenios antes de la ofensiva azerbaiyana.