Carlos GIL ZAMORA
Analista cultural

Vocacional

Las profesiones artísticas están estigmatizadas por considerarse de manera general que se trata en todos los casos de algo vocacional. La ciudadanía, los mandos intermedios, los estamentos que tienen en sus decisiones la posibilidad de conducir todo hacia un lugar u otro, parten siempre de esa consideración de que sea cual sea la situación de cada individuo, se soporta, porque está claro que, al ser vocacional, todo se hace de una manera que supera cualquier circunstancia en contra. Es más, la impresión es que no importa, que esa vocación es suficiente impulso interno para vivir en circunstancias deplorables. Lo que está enquistado de tal manera en las instituciones que informa y conforma en casi todas las circunstancias por acción u omisión y hasta condiciona muchas veces de manera muy evidente. No hay un respeto laboral serio. Hay convenios que se incumplen. Hay rutinas, modos de entender el valor de los bienes culturales y hechos consumados, formas de entender lo que es la contratación en las artes escénicas que parecen instaurar la idea básica de que eso de la cultura en vivo, no es algo necesario, sino un capricho, un lujo social y, por ello, sus profesionales, o son estrellas de la tele, famosos o, aunque sean unos grandes artistas y lleven décadas en las tablas de los escenarios, son unos subvencionados. Cambiar esta idea, procurar que, sea o no vocacional, un actor o un dentista, es un profesional que debe ser respetado en sus formas y su fondo.