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EDITORIALA

Madurez y compromiso en la demanda ante el TEDH


Los pavorosos incendios que asolaron Portugal en los primeros compases del verano de 2017, provocando más de un centenar de víctimas mortales, son detonante y argumento en la demanda presentada ante el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos (TEDH) por seis jóvenes lusos que acusan a 32 países de inacción en la lucha contra la crisis climática. Aquella tragedia, a la que asistieron en primera persona y de la que mantienen un vívido recuerdo, se suma a otras catástrofes de similar índole que han acelerado la toma de conciencia de una generación que parece saber mejor que la de sus mayores lo que está en juego. Quizá, porque serán ellos y ellas quienes deberán lidiar con sus consecuencias. A esa concienciación le ha seguido un ejercicio de empoderamiento y de contestación que ha adoptado diversas formas en los últimos años -algunas controvertidas y otras masivamente aplaudidas-, que dará un salto cualitativo con este proceso.

Hay quien ha querido ver en esta apelación a Estrasburgo un componente exclusivamente simbólico pero, aunque a nadie se le escapa la fuerza emblemática de esta iniciativa, sería un error limitar su recorrido a ese ámbito. Cuando una demanda es tomada en consideración por el TEDH es difícil adivinar la resolución de sus miembros, pero sí se sabe con certeza que será vinculante. Y si estos jóvenes, que no piden dinero sino cambios en las políticas y acciones de los estados implicados, reciben amparo de los jueces, los demandados, al menos la mayoría, deberán actuar en consecuencia; por tanto, de forma mucho más diligente contra el cambio climático.

Tampoco faltan los que hacen mención a la presunta bisoñez de los promotores de la querella. Sin embargo, su inexperiencia, propia en quien apenas ha iniciado su trayecto vital, no oculta la lucidez que desprenden sus declaraciones y realza la valentía de sus acciones. «Nunca nos arrepentimos [de presentar la demanda], porque sabemos que estamos luchando por nuestras vidas», explicaba ayer una de las jóvenes, y no hay nada de exagerado en sus palabras. Es el presente y el futuro de su generación, y de las venideras, lo que está en juego, y han decidido pelear para que no se lo arrebaten.