Ingo NIEBEL
ESCENARIO POSELECTORAL

En plena inseguridad generalizada Alemania gira a la derecha

Las elecciones regionales en Baviera y Hesse han certificado el auge de toda la derecha, desde el centro hasta sus extremos. Además, confirman el declive del tripartito del canciller Scholz y subrayan el nulo peso del partido Die Linke (La Izquierda). La guerra de Israel y Palestina aumenta el rechazo al extranjero, convirtiendo la inmigración en el tema principal de la agenda política.

(Tobias SCHWARZ | AFP)

La sociedad alemana vive con inquietud el proceso de transformación de la época industrial del petróleo a la eléctrica. La inseguridad ante el futuro incierto se ve incrementado por las guerras entre Rusia y Ucrania, y entre Israel y Palestina. Dado que el tripartito del canciller Olaf Scholz (SPD) no sabe transmitir seguridad, como sí lo supo hacer su antecesora en el cargo, Angela Merkel (CDU) durante la pandemia, una holgada mayoría social se ha inclinado por partidos de la derecha y ultraderecha.

Tanto en Hesse como en Baviera, la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y la Unión Social Cristiana (CSU), respectivamente, se han situado como la primera fuerza política. Aún así necesitarán un socio para poder gobernar con una sólida mayoría. En Hesse, la CDU podría repetir el bipartito con los Verdes ecologistas. En Baviera, el ministro presidente, Markus Söder (CSU), ya ha anunciado que lo hará con su actual socio, los Freie Wähler (FW, Votantes Libres) de Hubert Aiwanger, cuya formación derechista se ha consolidado como la tercera fuerza política en el Hemiciclo de Munich.

Por delante tiene a la neofascista Alternativa para Alemania (AfD) que en ambos estados se ha convertido en la segunda fuerza más votada. Eso significa que se ha beneficiado tanto del auge que auguraban las encuestas como también del hecho que en el este alemán mantenga ya este puesto desde hace un par de años. En los futuros comicios regionales podría convertirse incluso en la primera fuerza.

Los resultados del domingo reflejan justo lo contrario de lo que dijo el histórico líder de la CSU y ministro presidente de Baviera, Franz-Josef Strauss, quien en 1987, ante la subida del partido ultraderechista Die Republikaner, decretó: «A la derecha de la CDU/CSU no debe existir ningún partido democráticamente legitimado». Él mismo se encargó de ello en Baviera con un discurso que no dejaba margen para los ultras, mientras que en la CDU este papel lo ejerció su comité regional de Hesse.

Pero el cambio político, social y biológico bajo el liderazgo de Merkel creó el vacío donde partidos como la AfD y la FW podían crecer. La AfD, sobre todo, supone un reto para los demás partidos a su izquierda porque con sus éxitos electorales logra ubicar sus mensajes ultras en el denominado centro político.

LA CDU REACCIONA A ESTA NUEVA REALIDAD PERFORANDO SU «MURO DE CONTENCIÓN»

hacia la competencia ultra. Su presidente, Friedrich Merz, y el comité regional de Turingia están allanando verbalmente y en la práctica la vía hacia una colaboración fáctica. En la pugna por el poder en el seno de la CDU y su socia regional bávara, la CSU, Merz ha ganado un pulso contra su rival interno Söder, quien tras obtener el peor resultado histórico renunció a ser candidato a canciller en las elecciones generales de 2025.

Con la mirada puesta en ese año clave, la cooperación entre la CDU y la AfD se convertirá en una opción real si Merz no quiere gobernar ni con los Verdes ni con el SPD ante la casi desaparición del Partido Liberaldemocrático (FDP), que se ha quedado fuera del Parlamento bávaro y justo ha podido entrar en el de Wiesbaden. Tras la doble debacle, su presidente, Christian Lindner -ministro federal de Hacienda-, ha anunciado que el FDP hará frente a la política de los Verdes en el Gabinete de Scholz.

Los ecologistas han sufrido pérdidas considerables en Hesse y Baviera, pero aún así sirven como posibles socios de Gobierno: en Hesse se colocan como cuarta fuerza solo 0,3 puntos por detrás del SPD, al que en Baviera casi duplican en votos.

Los socialdemócratas de Scholz viven de nuevo el miedo de convertirse en un partido en extinción. El canciller alimenta la tendencia porque no lidera ni en el SPD ni en el Ejecutivo. Su debilidad la tapa con la acción política endureciendo las medidas contra inmigración, es decir contra los refugiados, y contra determinados extranjeros residentes en Alemania. Como pretexto sirven las manifestaciones propalestinas en Berlín. Desde la CDU ya llaman hasta a retirar la ciudadanía alemana a dichos manifestantes. Así, la AfD ha visto respaldado discurso racista con las imágenes de combatientes palestinos disparando contra civiles israelíes en autopistas, en sus casas, en festivales y llevándoselos secuestrados que encajan en su mensaje apocalíptico del islamista atacando al cristiano.

Ante este panorama, el partido socialista Die Linke (La Izquierda) ha dejado de tener importancia como alternativa política. Su declive explica por qué se ha quedado fuera del Parlamento de Hesse. Es producto de su crisis interna, que ha paralizado su trabajo en el Bundestag. Su escisión se avecina. Ha perdido muchos votantes en favor de la AfD, porque los ultras saben presentarse como supuesta alternativa al Gobierno de Scholz y a la política homogeneizada contra Rusia, que es un factor de la inseguridad que sienten hoy los alemanes.