GARA
LIVERPOOL

El «labour» vuelve a enredarse en la «tercera vía» para volver al poder

El Partido Laborista británico, en la oposición desde 2010, cerró ayer su congreso anual rescatando el legado de la «tercera vía» de Tony Blair para volver al poder con la promesa de su líder, Keir Starmer, de una «renovación nacional».

Un activista rocía con purpurina a Starmet.
Un activista rocía con purpurina a Starmet. (Oli SCARFF | AFP)

El Partido Laborista británico, en la oposición desde 2010, pero al que las encuestas sobre intención de voto sitúan por delante del Partido Conservador, clausuró ayer su congreso anual, celebrado en Liverpool (norte de Inglaterra), con la convicción de que es un partido de fiar que se halla «listo para gobernar» y de que ha conseguido transmitir ese mensaje a los ciudadanos.

Los sondeos dan grandes posibilidades a los laboristas de alcanzar el poder en las generales previstas para 2024, pero su líder, Keir Starmer, y la cúpula de la formación se esforzaron por recordar a la militancia que habrá que «pelear por cada voto».

Durante el congreso apenas se oyeron voces críticas. En Liverpool brilló un consenso casi total en los debates, señal de que Starmer ha logrado que los laboristas cierren filas a las puertas de unas elecciones trascendentales. Solo la sombra de la guerra entre Israel y Palestina trajo recuerdos de las divisiones faccionales en el seno del laborismo, pero la ausencia del exlíder Jeremy Corbyn (purgado por Starmer acusado de antisemitismo) facilitó su labor a la dirección del partido.

El congreso será también recordado como el lugar donde se consagró el giro del laborismo hacia el centro, tras la etapa izquierdista de Corbyn.

El legado de la «tercera vía» de Tony Blair, de cuyo mandato Starmer dijo que «durante 13 años las cosas no dejaron de mejorar», ha sido rescatado sin complejos y personajes del entonces llamado «Nuevo Laborismo», como Peter Mandelson, gozaron de un lugar preferente.

Starmer ofreció a los británicos una década de «renovación nacional» que será «difícil y tomará tiempo». Nada más acercarse al micrófono, un activista medioambiental le roció con purpurina mientras gritaba consignas, hecho que el líder laborista aprovechó para justificar el giro al centro de su partido desde que tomó las riendas hace tres años al señalar que entre «protestar o poder» se queda con la segunda opción.

Prometió responsabilidad fiscal, se presentó como aliado de los empresarios, abogó por una «asociación genuina» entre control estatal y mercado libre para acabar con el problema de la vivienda -apostó por construir hasta 1,5 millones de casas y levantar nuevas ciudades dormitorio para que la propiedad de una vivienda «deje de ser un sueño reservado para unos pocos»- y se comprometió a recuperar la sanidad pública, combatir la delincuencia e impulsar las energías renovables.