Iñaki ZARATIEGI
Entrevista
Dan Lyons
Periodista tecnológico

«Hablar en exceso se va a convertir en la gran crisis de salud mental»

Vivió de cerca la voracidad laboral de Silicon Valley y lo retrató en el libro “Disrupción” y en sus parodias sobre el gurú Steve Jobs. Ahora, el periodista y analista Dan Lyons, presenta “Cállate”, un oportuno y original ensayo sobre la pandemia universal de la charlatanería, el ruido social y mediático y la incapacidad para escuchar.

(Gretchen ERTL)

La Biblia describe a su modo el multilingüismo desde que Yahvé habría condenado en Babel a Noé y compañía a hablar diferentes idiomas. Bendito castigo que acumula hoy unas 6.500 lenguas sobre la Tierra. Pero una latosa consecuencia de nuestra capacidad hablante fue la aparición de gente compulsivamente platicadora.

Mucho ha llovido desde aquel diluvio, pero nunca hubo tanta matraca como hoy. Lo afirma el escritor, periodista y guionista Daniel Lyons (Massachusetts, USA, 1960) en su libro “Cállate. El poder de mantener la boca cerrada en un mundo de ruido incesante” (editorial Capitán Swing). Fue ejecutivo en Silicon Valley y confiesa haber sido casi un enfermo de habla compulsiva y ahora «un bocazas en recuperación».

Para Lyons, hay talkaholics diversos: egohabladores, nerviosos, locuaces, charlatanes, adictos… Y su estudio reseña disfunciones del habla como logorrea, verborrea, verborragia, incontinencia verbal, habla compulsiva, locuacidad extrema o narcisismo conversacional.

La charlatanería sería una plaga mundial. En euskara, a quien habla mucho se le llama berritsu, berriketari, berri-ipurdi, berri-lapiko, ahozabal, kalakari, eleketari, hitzontzi, kontakatilu, xarduximerke...

En erdera hay parlanchines, bocazas, pesados, tostonazos, loros, cotorras, sacamuelas o bocachanclas que dan “la chapa” o “la brasa”. En Catalunya tienen bocamolls. En Galicia, faladeiros. Añada aquí cada cual su lista de definiciones, dichos y refranes para definir el inmenso ruido verbal en el que vivimos.

¿Hablar es como respirar, somos como hablamos y es la forma en que nos definimos y el modo en que percibimos a otra gente?

En gran medida sí. Cuando conocemos a alguien y nos preguntan cómo es esa persona, gran parte de lo que describimos es cómo habla. El habla es nuestra conexión con los demás, cómo nos presentamos. No solemos pensar en lo que decimos, pero cuando lo hacemos podemos descubrir mucho sobre nosotros.

¿El mundo está́ lleno de gente que habla más de la cuenta y somos la é́poca más ruidosa?

Sí, cada vez es peor. Nos meten mucha información. Y parece que cada vez cargamos más con ella.

La habladuría extrema, ¿puede tener un origen genético?

El especialista Michael Beatty dice que comienza antes del nacimiento. Yo no he examinado la posibilidad hereditaria, pero parece tener sentido. Puede que Beatty tenga razón al afirmar que no se puede cambiar el cableado del cerebro, pero sí aprender a hablar menos si se desarrolla la disciplina y se actúa intencionadamente sobre la forma de hablar.

En un grado menor puede ser propio de personas egocéntricas. ¿Pero diría que puede llegar a ser un síntoma de trastorno neurológico o psiquiátrico?

Claro. El exceso de habla puede estar relacionado con el TDAH y el trastorno bipolar II, con falta de control de los impulsos. Si eres un hablador exagerado puede que debas ver a un médico y seguir un tratamiento. Creo que este problema se va a convertir en la gran crisis de salud mental de nuestra época.

¿La causa principal puede ser la necesidad de aliviar la ansiedad, inseguridad, soledad, presión social… atizadas por la banalidad y superficialidad de la mayoría de medios de comunicación y sobre todo las redes sociales?

Sí, la “rueda de la ansiedad” es un fenómeno interesante. La ansiedad nos hace empezar a hablar más, pero eso nos pone más ansiosos, y así sucesivamente. Puedes hacer retroceder esa lógica obligándote a permanecer en silencio, experimentar la ansiedad y dejarla pasar. Lo mismo con las redes sociales. Si estamos ansiosos, entramos con la esperanza de calmarnos o al menos distraernos, pero lo que vemos en ellas aumenta nuestra ansiedad. La solución es resistir el impulso de entrar.

¿Las redes sociales han creado una dependencia similar, por ejemplo, al tabaquismo o alcoholismo?

El escritor británico Simon Sinek destacó que el tabaco está pasado de moda y que las redes sociales son la nueva moda del siglo XXI. De hecho, se ha descubierto que son incluso más adictivas que el tabaco. Karl Marx dijo que la religión era el «opio del pueblo». Hoy son TikTok e Instagram. Las redes nos hacen menos saludables y dejarlas nos vuelve más sanos, como dejar de fumar. Es como el alcoholismo, algo que no controlas y que sabes que te hace daño, pero más como una compulsión. De hecho, son más adictivas porque son gratis y están a tu disposición con un click. Es una droga muy poderosa y complicada porque por un lado es útil, nos ayuda, pero tiene su lado claramente negativo.

Dice que Internet ha mejorado mucho nuestras vidas y Netflix y otros servicios de streaming producen algunos buenos programas. ¿Pero cómo podemos dejar de consumir tantos contenidos y utilizar las redes de forma menos perjudicial? ¿Usted lo ha logrado?

A veces soy bueno y a veces fallo. Pero al menos ahora soy consciente de cuándo me dejo llevar y me desconecto. Una buena ventaja de alejarme del streaming es que estoy volviendo a leer muchos más libros. Durante la mayor parte de mi vida fui un lector ávido y eso había decaído en la era de las redes sociales. Me encanta volver a leer y me tranquiliza.

El camino hacia la recuperación empieza por salir del ruido y aprender a callar puede mejorar nuestras vidas. ¿Pero callarse no es solo un ejercicio sino un proceso psicoló́gico, una prá́ctica activa y diná́mica?

Sí. Centrarme en mi forma de hablar me llevó a analizar la causa del exceso de habla, y eso me llevó a trabajar en ello. Y la forma en que lo hice fue seguir pensando en mi forma de hablar, siendo consciente de cómo lo hacía. Así que se convirtió en una forma activa de terapia y redujo mi ansiedad, que es considerable. La fase 2 consiste en utilizar el silencio y la escucha para mejorar la vida de las personas que te rodean.

Dice que el patriarcado ha impuesto la falsa idea de que las mujeres hablan más.

Los hombres han creado ese falso estereotipo. Es otro modo de mandar que se callen y viene desde la Edad Media, cuando se castigaba los “pecados de la lengua” y el 90% de las veces eran mujeres. No es que hablaban demasiado, sino que decían cosas que no gustaban a los hombres. Deberíamos callarnos y dejar espacio para que las mujeres hablen.

¿Salvó su matrimonio aplicando la técnica del silencio?

Hay dos grandes frases que me han ayudado: “no sé” y “¿qué te parece?”, que están relacionadas. El mero hecho de admitir que no tienes todas las respuestas y que no tienes que sentirte presionado por conocerlas elimina mucha ansiedad. Pasar tiempo con mi mujer sentados en un silencio tranquilo o hablando poco, pasear al perro, cenar tranquilamente... me ayudó mucho. Lo más importante fue aprender a callar y a escuchar. No hablas, pero significa que sigues participando activamente con la persona, que no te quedas sentado ignorándola.

Su libro propone aprender a relacionarnos con el mundo de maneras que nos resulten ventajosas. Pero, en general, más que subrayar mejoras en el lado personal, social, empático, solidario… parece apuntar al negocio, mercado, consumo, liderazgo competitividad y poder. ¿No está proponiendo un “silencewashing” del capitalismo, que nos ha llevado a lo que usted mismo define como “locura” social?

Gran pregunta. No me atreví a abordarla realmente en el libro. Pero en otros libros he escrito sobre el “hipercapitalismo”, que se originó en Silicon Valley y se ha extendido con efectos terribles. Ha llevado a la desigualdad de ingresos, que a su vez lleva a una gran polarización social. Se puede trazar una línea entre el hipercapitalismo de Silicon Valley y el ascenso de Trump. Básicamente, Silicon Valley lo creó. En cuanto a la otra parte de tu pregunta, hay muchos estudios que demuestran que los vendedores que escuchan más y hablan menos son más eficaces. Lo mismo ocurre con el servicio de atención al cliente. Creo que los grandes líderes son quienes escuchan y aprenden. Y las grandes empresas, las que escuchan a los clientes, empatizan con ellos e intentan resolver sus problemas en lugar de limitarse a fabricar productos y esperar que alguien los compre.