NEREA LAUZIRIKA
BILBO
Entrevista
Lucía Lacarra
Bailarina y productora de ballet

«La danza es nutriente para el alma, sobre todo en momentos muy difíciles»

Lucía Lacarra estrena este viernes en Bilbo “Lost Letters”, obra sobre las consecuencias que pudo tener que alguna de las cartas enviadas por los soldados desde el frente de guerra a sus seres queridos no hubieran llegado a su destino. Lacarra reflexiona en esta entrevista sobre su trayectoria y destaca, desde la humildad, la importancia del arte.

(Aritz LOIOLA | FOKU)

 

Lucía Lacarra estrena este viernes en el Teatro Arriaga de Bilbo la obra “Lost Letters”, que ejecutará al frente de su propia compañía de baile, el Lucía Lacarra Ballet. La bailarina y productora de ballet zumaiarra realizará el estreno absoluto de la pieza en tres funciones los días 20, 21 y 22 de octubre.

¿Que supone ser un referente internacional?

Llevo 33 años en el escenario y eso automáticamente te convierte en referente. Soy de aquí y siempre he sido embajadora de mi tierra y lo he llevado como bandera. Pero nunca lo he tomado como exigencia o una responsabilidad, porque yo ya me exijo y me hago responsable de mi trabajo naturalmente.

En cada faceta de mi carrera y con cada compañía en la que he estado he podido venir y ofrecer trabajos que estaba haciendo y ha sido siempre un placer enorme poder venir a casa, poder bailar para mi gente. Lo entiendo más como una motivación o inspiración, me da ganas de trabajar y de traer cada vez algo que les guste y emocione.

Ha creado su propia compañía, Lucía Lacarra Ballet.

Ha sido una consecuencia de situaciones. Mi vida ha sido una evolución, en el sentido de que siempre quería seguir aprendiendo, experimentando estilos nuevos, coreografías nuevas… Cada vez que estaba en una compañía y ya era la estrella y tenía control sobre todo el repertorio, me retaba a irme a otro sitio para descubrirme a mí misma.

Empecé a ser mi propia manager con 20 años, a saber cómo defender mis intereses y a mí misma, y hace cuatro años me metí en el mundo de la producción, que siempre me había interesado muchísimo porque soy una persona muy organizada. He disfrutado muchísimo de los dos primeros espectáculos que creamos -“Fordlandia”, “In the Still of the Night- y me han dado alas para montar otro con un grupo de bailarines.

La idea de “Lost Letters” nació hace cuatro años. Para 2021 lo teníamos todo y empezamos a buscar cómo hacerlo realidad. Ha sido un proceso largo debido a una sucesión de acontecimientos que lo han retrasado todo. Nos dijeron que no se podrá hacer hasta 2025 y decidimos hacerlo nosotros. Fue una de esas decisiones que están impulsadas por la fe ciega que tienes en algo, estábamos personalmente involucrados en esa historia. Teníamos el rodaje de la película programado en noviembre del año pasado y unas semanas antes llamé a Calixto Bieito, el director del Arriaga, le hablé con pasión de nuestro proyecto y en pocos minutos me dijo: “El Arriaga es tu casa y el estrenó lo haces aquí”.

Ha puesto en marcha la compañía con el coreógrafo Matthew Golding, que es también su pareja. ¿Es asimismo un proyecto de vida?

Cuando hago las cosas no las hago para este proyecto y “adiós, muy buenas”. Me estoy tomando esto muy en serio, muy a pecho. Estoy en un momento donde sigo disfrutando muchísimo de bailar, pero estoy disfrutando mucho también del proceso creativo, el proceso de producción que hace de un concepto un espectáculo que se estrena en un escenario. Ese grado de satisfacción no lo tienes con cualquier otro proyecto.

Por supuesto es, también, una forma de devolver un poco la felicidad que esta profesión me ha dado y de intentar ayudar a las próximas generaciones, acompañarles en esos primeros momentos que tienen en un escenario. Hablo mucho con ellos.

La mía es una filosofía de trabajo positiva, porque se puede trabajar mucho y de una forma muy exigente, pero corrigiendo sin juzgar, trabajando sin criticar, creando un buen ambiente. Eso es lo que lo que he instalado en esta compañía y lo que quiero que estos bailarines descubran, porque una vez sabes que se puede hacer, no aceptas lo contrario.

Quiero ayudar a que tengan una filosofía positiva sana, porque finalmente es con la mente con la que trabajas y con la que decides qué camino vas a seguir. Eso se puede trabajar y esas bases que son buenas se pueden instalar en una mente para que luego te ayude a salir adelante.

¿Qué tipo de compañía es?

De estilo neoclásico. Es el estilo en el con el que comunicamos mejor, porque tiene esa base clásica con la que hemos trabajado. Rompiéndola a través de la libertad de movimiento, la libertad de expresarse, sin esa rigidez que exigen las posiciones clásicas es como podemos contar historias de la mejor manera.

En cuanto a los bailarines, no estábamos buscando un criterio físico ni de edad preciso, lo que sí teníamos es un criterio de residencia, sobre todo porque al no poder trabajar con un contrato anual, no puedes ofrecer papeles de residencia. Para nosotros eso era importante porque queríamos que los bailarines trabajaran con un contrato decente.

Queríamos que fueran 12 bailarines más nosotros, pero por el presupuesto, al final son 8 más nosotros, 10 en total. Cuando nos lanzamos no teníamos ayuda alguna, pero yo tenía fe ciega en este proyecto y quería hacerlo como fuera. Al final obtuvimos una subvención del Gobierno Vasco, lo cual nos ha dado oxígeno.

¿Se baila igual con 20 años que con 48?

Por supuesto que no, y no se debe. Si estás intentando bailar igual con 48 años y con 20 lo estás haciendo muy mal, porque no eres la misma persona. Soy diferente como bailarina del mismo modo que soy diferente como persona y eso me parece bien. Lo que no ha cambiado es la pasión que siento y la energía que me da el escenario.

Nunca he querido ni ser la misma, ni catalogarme y seguir haciendo lo mismo siempre. El mes pasado estuve en San Francisco, donde recibí un premio por mi carrera, y hacía 21 años que yo no había estado en un escenario allí. Para mí lo verdaderamente especial es que estoy aquí bailando todavía, estoy en un escenario y sigo disfrutando de mi trabajo igual que hace 21 años, eso es para mí el regalo más grande.

La obra que estrenan se desarrolla en un contexto bélico, un tema que siempre está de actualidad.

Nosotros no la hemos visto nunca como una historia bélica. Cuando Matthew y yo nos conocimos en el 2019 él tenía las música de Rachmaninov y Richter en mente.

En la música de Rachmaninov, que son las dos primeras piezas de la noche, él veía soldados. La historia de “Lost Letters” nació más tarde, cuando descubrimos una exhibición que se hizo en el museo Smithsonian de Washington.

Era sobre cartas perdidas en tiempos de guerras y nos fascinó. Para nosotros se convirtió en una historia que ya no era sobre la guerra, era sobre la pérdida que ocasiona.

Al mismo tiempo, cuando estábamos hablando sobre esta exhibición en uno de los muchos aeropuertos que pisamos, me llamó la atención un libro porque tenía una amapola en la portada, que en Canadá, de donde es Matthew, representa al soldado caído. Era sobre cartas de amor en tiempos de guerra y lo compré automáticamente.

Había cartas originales que llegaron a su destino. Hay una que me emocionó especialmente. Un artillero que se llamaba Frank de la Primera Guerra Mundial le pedía a su mujer, por favor, que en el caso de que no volviera ella siguiera viviendo, porque amenazaba con hacer algo drástico si él no volvía. Me afectó emocionalmente y la idea surgió instantáneamente: ¿Qué hubiera ocurrido, si esta carta no hubiera llegado?.

Entramos en este juego maravilloso, que es el de las ideas, jugar con los conceptos, utilizar símbolos que para nosotros son especiales, como la amapola. También utilizar lugares como Zumaia, donde hemos rodado la película de 70 minutos, que es la duración entera del espectáculo.

¿Qué hace especial a un bailarín?

Yo nunca he hecho una audición y me imagino lo nerviosos que pueden estar o lo difícil que puede ser, por lo que para mí es complicado. Siempre me he negado a ser jurado de competiciones porque para mí la danza es algo que no se debe juzgar. En nuestro proceso de selección queríamos verles trabajar y, sobre todo, la rapidez que tienen.

¿Cómo puede ayudar la danza y el arte a crear conciencia en el público?

Nunca me he permitido tener ego como bailarina, porque por mucho que a mí me parezca que es el trabajo más importante, no salvamos vidas, no somos necesarios en ese sentido. Lo que sí que es necesario es el arte. La danza es nutriente para el alma, sobre todo en momentos muy difíciles.

El ser humano necesita momentos de evasión para escapar de la realidad fea, incierta y preocupante que vivimos. El arte te cura un poquito por dentro y es necesario.