Koldo LANDALUZE
DONOSTIA
LOS ASESINOS DE LA LUNA

Un monumental fresco anticapitalista

Martin Scorsese apuesta alto en este su regreso por la puerta grande y a la hora de abordar su largometraje más extenso; un detalle a tener en cuenta en estos tiempos en los que impera la síntesis y la brevedad.

Tomando como referencia la investigación del periodista David Grann, “Los asesinos de la luna” se sumerge en uno de los episodios más oscuros de la historia de Estados Unidos. La trama se desarrolla en Oklahoma en la década de 1920, donde una serie de asesinatos brutales sacuden la nación indígena Osage, cuyas tierras se han vuelto repentinamente ricas en petróleo.

CONTEXTO POLÍTICO

El director opta por alejarse de la típica narrativa policial y se centra en la siniestra relación que se establece entre el patriarca blanco de la región, William Hale (interpretado magistralmente por Robert De Niro), y su sobrino, Ernest Burkhart (un Leonardo DiCaprio no menos excelente). Burkhart, ignorante pero codicioso, se convierte en títere en manos de su tío, conocido como el “Rey”, en su lucha por apropiarse de las tierras indígenas.

A lo largo de las tres horas y media de película, el autor de “Toro salvaje” despliega meticulosamente el siniestro plan del protagonista, la imagen simbólica del triunfador que se hizo a sí mismo, pero a costa de la sangre y el sudor ajenos. La película dosifica con maestría dos líneas narrativas paralelas que eventualmente convergen.

Por otro lado, Scorsese vuelve a destacar el contexto político de la época, exponiendo el racismo inherente al proyecto económico que permitió a los blancos apoderarse de tierras y riquezas pertenecientes a los pueblos indígenas. En resumen, el director coloca a los Estados Unidos ante el espejo y este le devuelve el perturbador reflejo del capitalismo y el racismo.