Dabid LAZKANOITURBURU

Egipto y sus fronteras

El mariscal golpista al-Sissi, presidente egipcio, ha condenado a la cárcel o al exilio al activismo político, masacró a miles de hermanos musulmanes por una sentada contra su asonada militar (masacre de Raba Adaweya) y prohíbe por decreto toda manifestación.

Ayer sacó a la calle a miles de personas para protestar contra la idea que acaricia Israel y promueve EEUU de deportar a los gazatíes al desierto del Sinaí.

Similar protesta, con manifestaciones incluidas, a la del rey de Jordania, donde más de la mitad de sus 11 millones de habitantes son de origen palestino y 2 millones están registrados como refugiados.

Hay que reconocer que el propósito del rais egipcio y el de Abdallah II es loable y la protesta legítima.

Pero la realidad es que la suerte de los palestinos se la trae al pairo a al-Sissi, quien ofrece la alternativa de que Israel se los lleve ¡al desierto del Neguev!

Sin obviar que Israel es el primer y último responsable del criminal bloqueo de la Franja desde 2007, conviene recordar que Egipto, que tiene un acuerdo de paz con el Estado sionista, ha mantenido siempre un férreo control sobre el paso de Rafah.

Con la excepción del Gobierno del islamista Mursi entre 2012 y 2013, en el que el paso estuvo abierto prácticamente todos los días para alivio de los gazatíes, Al-Sissi, quien derrocó al presidente legítimo y lo metió en la cárcel -donde moriría años después-, lo volvió a cerrar y lo abría con cuentagotas hasta 2018. Luego llegó el covid...

El golpista cairota no quiere ni oir hablar de Hamas, Hermanos Musulmanes palestinos que mandan en Gaza y descendientes de la matriz egipcia de los Hermanos Musulmanes a la que pertenecía Morsi. Lo que explica que Egipto rehuse de plano un eventual plan para volver a controlar la Franja, o lo que quede de ella tras la operación militar israelí, como lo hizo entre 1948 y 1967.

No es el único problema. El régimen egipcio teme que el cruce a la península del Sinaí de miles y miles de palestinos alimente la insurrección tribal que, bajo la bandera del Estado Islámico, lucha contra el abandono que sufre la población del desierto. No hay que olvidar que no pocos de los combatientes del ISIS del Sinaí son de origen gazatí.

En definitiva, la idea de al-Sissi pasa por salvar la cara abriendo Rafah para enviar ayuda humanitaria pero mantenerlo cerrado para los palestinos, negándoles o aquilatando, como hasta ahora, los permisos de entrada a Egipto.

Por lo demás, no le importaría demasiado que Israel los echara al mar. Sobre todo a los de Hamas.