GARA Euskal Herriko egunkaria

El sol y la penumbra


Mi escritura requiere un cierto clima,/ una temperatura del espíritu/ que se aproxime a la felicidad;/ sobre todo si trato/ de explicar la experiencia del dolor/ o hablo del desconsuelo», afirma Carlos Marzal en un poema de “Euforia”, su último libro. Un escritor puede ayudarnos con sus libros a pensar el mundo, consolarnos de los agravios de la existencia, empujarnos a momentos de bondad que no habríamos alcanzado solos, o recordarnos que el arte, al fin y al cabo, es una forma de celebración del mundo y de sus pequeños milagros cotidianos, siempre ahí, aunque nos empeñemos en ignorarlos. «Creo que las cosas ya no existen. Lo que existen son las mercancías. Una cosa tiene tres características: dura lo suficiente para que puedas mirarla, es un archivo de memoria y, por mucho que dure, acaba desapareciendo, es fungible, pero también insustituible. Con las mercancías sucede lo contrario». Es Santiago Alba Rico, que acaba de publicar “Catorce palabras para después del capitalismo”. Entre las omnipresentes pantallas y nuestros acelerados y alienados días cada vez hay menos espacios en los que el cuerpo se rebalse, se adense, y donde el espesor del tiempo se exprese. «Solo en la penumbra los objetos pueden estarse tan quietos; solo en la penumbra el pensamiento -o el amor- pueden estar tan vivos», escribe Alba Rico. Y Marzal: «Cuando siento/ que mi conciencia tiende hacia lo oscuro,/ me educo en claridad,/ me disciplino,/ no remuneres nunca a la desdicha./ Cuando escribo,/ me tumbo siempre al sol».