Secuencias como la vida misma

Basada en la novela “La contadora de películas” del autor chileno Hernán Rivera Letelier, se trata de una epopeya que abarca décadas y que gira en torno a lo efímera que resulta la vida y a la magia que siempre surge de una buena narración y que, en esta oportunidad, cuenta con el refuerzo emotivo de tratarse del propio cine.

Narrada por la protagonista de la película, la película cuenta la historia de una adolescente que a finales de los años sesenta y principios de los setenta vive en un pueblo minero en el corazón del desierto de Atacama. La joven protagonista ha desarrollado el don de contar películas en un momento en que no hay televisión en los hogares. El padre trabaja en la mina como casi todos los hombres del pueblo y la madre se ocupa de los niños, con el secreto deseo de conseguir una vida en los escenarios o en la pantalla.

Los domingos se convierte en una cita imprescindible para toda la familia cuando acude al cine.

ENTRE PELÍCULAS

El personaje de María Margarita, interpretada en sus dos edades por las chilenas Sara Becker y Alondra Valenzuela, se convierte en el epicentro de un cuento en el que cine y vida cohabitan a la perfección.

En ocasiones, el guion de Walter Salles, Isabel Coixet y Rafa Russo da la sensación de divagar mientras teje su camino a través de la infancia y la juventud de María. Se desliza y titubea, a veces, escapándose entre las grietas, como la fina sal y arena que cubre cada superficie en el yermo desierto en el que se escenifica el filme. Sin embargo, las interpretaciones de su selecto reparto brillan y la cámara de la danesa Lone Scherfig aporta autenticidad a esos diálogos que nos recuerdan que la vida no es como la más maravillosa de las películas; es más bien cruda e imperfecta.