Raimundo FITERO
DE REOJO

El aplausímetro diabólico

Para los que entendemos que el fútbol es algo más que un estado de ánimo, escuchar a Aitana Bonmatí dando las gracias en catalán, español e inglés por recibir su Balón de Oro que la consagra como la mejor jugadora del mundo, los cerca de cuatro minutos de aplausos dedicados a la tal Leonor por parte de los señorías en el Parlamento del reino de España nos parecen fruto de una incapacidad política para entender los tiempos en los que se vive. ¿Qué aplaudían exactamente? Porque cuesta descifrar ese fervor monárquico, ya que nada hace entender que exista una posibilidad regenerativa en esa institución tan abocada al ridículo doloso.

La obviedad, lo que se ve sin mirar porque se trasluce entre la opacidad del régimen totalitario que se pretende instaurar desde la extrema derecha bicéfala, enganchados a la mezcla de dos drogas de diseño llamadas corona y amnistía. Dos sustancias intangibles que se suministran como opiáceos para mantener en el dolor general que sufren cuando no tienen a mano la cartera de todos para robar y los boletines oficiales para volver a la grisura general. Lo logran a trompicones, sin una escala de valores reconocible en ayuntamientos y gobiernos autónomos donde demuestran en cada acto su inutilidad, su desvergüenza y el peligro general que representan estos encapuchados de redes ultras.

Los aplaudímetros fueron línea de corte de programas de entretenimiento. Trasladar esta medida líquida como elemento de discriminación positiva seudo demoscópica nos coloca ante un suspiro perdido en la sospecha metódica. ¿Por qué hablan tanto del fentanilo?