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JUNIPER

El factor Rampling


Matthew J. Saville se muestra bastante predecible en este su debut en el formato largo, lo que provoca que la mayoría de los espectadores podrán anticipar de manera casi inmediata cada revelación dramática y momento de catarsis emocional. Sin embargo, “Juniper” funciona en gran medida gracias a la extraordinaria Charlotte Rampling, la cual vuelve a demostrar su poderosa presencia y evita que la película naufrague en el sentimentalismo empalagoso.

Escenificada en Nueva Zelanda, la película se centra inicialmente en un joven problemático que aún sufre por la reciente muerte de su madre. Su padre decide enviarlo a un internado, donde constantemente se mete en problemas. Tras un nuevo incidente, el joven se verá en la obligación de regresar a casa y asumir el cuidado de su abuela, una otrora célebre fotógrafa de guerra, ahora alcoholica y muy temperamental.

GUION IMPERFECTO

De este encuentro surge un inmediato encontronazo generacional que, progresivamente, derivará en un vínculo entre ellos. Por supuesto, esta paz emocional no puede durar, así que llega un giro trágico, aunque no del todo inesperado, en el acto final, que obliga a ambos a enfrentarse a sus vidas.

El guion cuenta con algunas imperfecciones muy notables y suma demasiados arquetipos. Ejemplo de ello es la presencia ocasional y simbólica de un caballo que pertenecía a la madre del protagonista. A pesar de ser excesivamente sensiblera en muchos de sus tramos, Saville aporta al material un toque de humor negro que evita que el sentimentalismo lo domine por completo y, de esta forma, Rampling demuestra que sería muy difícil imaginar a otra actriz en un papel cortado a su medida.