EDITORIALA

Impuestos a la riqueza, más necesarios que nunca

El Impuesto Temporal de Solidaridad de las Grandes Fortunas aprobado para 2022 y 2023 ha sido objeto de impugnación desde el mismo momento de su aprobación. Varias comunidades autónomas recurrieron el tributo al Tribunal Constitucional que finalmente ha desestimado los recursos. El TC considera que no se inmiscuye en las competencias autonómicas al ser un impuesto complementario al de Patrimonio. El problema para esas comunidades autónomas es que tienen el Impuesto sobre Patrimonio bonificado al 100%, para que los ricos no paguen nada, y con el impuesto de solidaridad tendrán que abonar a Hacienda todo lo que no pagaban hasta ahora.

Por otro lado, cada vez que se intenta gravar la riqueza, los poderosos arguyen que el impuesto es de carácter confiscatorio. La sentencia del TC dice claramente que para ello debería agotar el valor del patrimonio, no la renta que genera esa riqueza, algo que no ocurre ahora: el gravamen efectivo apenas llega al 0,5% del valor del patrimonio. Argumentar que es confiscatorio resulta indecente cuando, de acuerdo con los datos recopilados por Forbes, el patrimonio de las grandes fortunas del Estado se ha revalorizado de media, nada más y nada menos, que un 37%. En este contexto de obscena acumulación de riqueza, las haciendas forales, que sí recaudan el Impuesto sobre Patrimonio, optaron por no aplicarlo en 2022; y para 2023 han presentado proyectos de impuesto de la solidaridad que carecen, no solo de ambición, sino también del más mínimo sentido de la justicia. A pesar del incremento patrimonial experimentado por las grandes fortunas, la propuesta de Gipuzkoa apenas afectará a una decena de contribuyentes, y la de Bizkaia a medio centenar. Con esos números es evidente que el impacto en la recaudación será anecdótico.

De este modo, los gobiernos forales pierden una oportunidad para contener la desenfrenada acumulación de riqueza y avanzar hacia un sistema tributario más justo. Los ejecutivos forales, liderados por PNV y PSE, han optado por no incomodar a los ricos y, al mismo tiempo, buscar el apoyo del PP para gobernar. La derecha reaccionaria marca la pauta.