Daniel GALVALIZI
ELECCIONES PRESIDENCIALES EN ARGENTINA

El balotaje, la herramienta que ayuda a parir un presidente sorpresa

Los argentinos acudirán mañana por tercera vez a las urnas para elegir presidente por su peculiar combinación de sistema presidencial con doble vuelta y primarias abiertas. Historia de una ingeniería electoral muy diferente a la del parlamentarismo ibérico.

(Luis ROBAYO | AFP)

Del francés ballottage, la segunda vuelta como la que tendrá Argentina mañana es una herramienta de ingeniería electoral usada en muchos sistemas presidencialistas que modifica sustancialmente la forma en que los votantes enfrentan las urnas.

El balotaje afecta en los presidencialismos puros (no los semiparlamentarios como Portugal o Finlandia) no solo en la forma en que el votante especula con los diferentes turnos electorales, sino también en la estrategia política tanto de la confección de las listas, las alianzas y la campaña. Cuando hay segunda oportunidad hay dos fases bien delimitadas.

Este invento del Estado francés de mediados del siglo XIX no fue tendencia hasta bien entrado el final del siglo XX. Fue allí cuando Brasil, Argentina, Uruguay y Chile lo incorporaron a sus constituciones nacionales. Unos años antes habían hecho lo propio Perú y Costa Rica.

Curiosamente, la mayor democracia de habla hispana, México, no tiene doble vuelta y es uno de los cinco países que no dispone de este mecanismo. Es cierto que modera el poder presidencial con un federalismo muy fuerte, a imagen y semejanza de lo que ocurre con Estados Unidos, cuna del presidencialismo.

Las diferencias son muchas, pero la principal es que el mandato del jefe de Gobierno, que también es el del Estado, no depende de la confianza del Parlamento, sin intermediación, y tiene herramientas para gobernar aunque no tenga mayoría legislativa.

EL MAL MENOR

La doble vuelta fue creada como una forma de garantizar un respaldo popular en sistemas muy fragmentados, sobre todo por experiencias como la de Chile, cuando Salvador Allende fue elegido con el 36% de los votos y el candidato de la derecha quedó segundo con solo un punto menos y una tercera fuerza con el 28%. El poder en el presidencialismo se lo lleva uno aunque técnicamente tenga una mayoría en contra.

Los constitucionalistas argentinos decidieron en la última reforma de 1994, en un pacto entre el peronismo y la socialdemócrata UCR, establecer el balotaje y morigerar el poder del líder del Ejecutivo (rebajando el mandato de seis a cuatro años, creando la figura de un primer ministro en la práctica llamado jefe de Gabinete, entre otros elementos).

Pero quienes recuerdan la hemeroteca de aquellos tiempos saben que en realidad lo que se quería poner era una herramienta para que los argentinos puedan elegir entre lo que consideran el mal menor y asegurarse, tras décadas de duro enfrentamiento político, de que haya una doble instancia de reflexión.

La propuesta fue del expresidente Rául Alfonsín (UCR) e imitaba el modelo brasileño, pero con una peculiaridad que exigió el peronismo: que la mayoría requerida para acceder a la Casa Rosada no sea la mitad más uno de los votos.

ES POR ELLO QUE ARGENTINA ES EL ÚNICO PAÍS CON DOBLE VUELTA

cuya ley no obliga a los candidatos a volver a competir si uno de ellos superó el 45% de los votos o si tiene entre el 40 y el 44,99% y 10% más que el segundo. El entonces presidente peronista y padre de la revolución neoliberal en Argentina, Carlos Menem, sabía que así el peronismo no quedaría en desigualdad de condiciones.

Porque la peculiaridad de cada sistema va en cómo es la sociología política del país: el peronismo en Argentina siempre contó con un núcleo muy sólido de votantes, pero también de detractores y, de hecho, desde Perón solo un candidato de ese movimiento ha logrado alguna vez superar la mitad más uno de los votos y fue Cristina Fernández en 2011.

Desde que Argentina introdujo el balotaje solo fue practicado una vez, en 2015, cuando ganó Mauricio Macri. En 2003 se debió hacer, pero Menem renunció a la doble vuelta y convirtió a Néstor Kirchner en presidente. Este domingo Sergio Massa y Javier Milei harán el segundo de la historia.

Menem, en 1995; Fernando de la Rúa, en 1999; Cristina Kirchner, en 2007, y el saliente Alberto Fernández fueron elegidos en primera vuelta con una diferencia tal que no precisaron balotaje. Aquí otra particularidad: el sistema fuerza a alianzas previas y es gracias a ellas que De la Rúa (dos partidos unidos) y el actual Fernández (la reunificación del peronismo) lograron esa mayoría.

Lo de Argentina se complejiza porque desde 2008 instauró las primarias abiertas simultáneas y obligatorias (lo que hace EEUU por separado solo que todo el mismo día), añadiendo una tercera instancia de decisión. Eso hace, para sorpresa de muchos lectores del otro lado del charco, que quien gana en agosto sea diferente a quien triunfa en octubre, pero puede volver a vencer en noviembre.

Por tanto, Milei, quien fue segundo, solo podrá ganar si suma los votos de otras fuerzas y supera a Massa, quien a su vez perdió ante el anarcocapitalista en las primarias. Una ingeniería electoral que al menos pone la decisión en la gente, no como en EEUU, que es la única democracia del mundo con un colegio electoral. Pero eso ya es tema para otro día.