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EDITORIALA

La ultraderecha se impone en Argentina con Milei


El ultraderechista y ultracapitalista Javier Milei se ha impuesto en las elecciones presidenciales y será el próximo presidente de Argentina. Ha ganado sin un programa estructurado -ha cambiado de propuestas constantemente sin explicar ninguna- y dando muestras de evidentes desequilibrios emocionales. Además, ha vencido acompañado en la vicepresidencia por Victoria Villarruel, una negacionista de la dictadura, que cuestiona toda la política de derechos humanos y de recuperación de la memoria, uno de los pilares de la democracia en aquel país.

Lo que ocurrirá a partir de ahora es una incógnita. Milei no tiene experiencia en la gestión, carece de gobernadores, alcaldes y de mayoría parlamentaria; carece incluso de organización. Cuenta, no obstante, con apoyos muy importantes. Toda la derecha del país le ha avalado, empezando por Patricia Bullrich, la candidata de Juntos por el Cambio, que ha logrado que prácticamente todos los votos que consiguió en la primera vuelta se hayan decantado a su favor. No menos valioso ha sido el patrocinio de otro de los líderes de la derecha, el expresidente Mauricio Macri, que se las ingenió, antes de perder las anteriores elecciones, para endeudar nuevamente a Argentina con el FMI. Dejó una carga de profundidad que ha lastrado la política económica del gobierno presidido por Alberto Fernández. La mala situación económica posiblemente no sea peor gracias a la pericia del derrotado Sergio Massa. Y entre los apoyos conviene no olvidar el tratamiento acrítico que los principales medios de comunicación han dado a Milei que nunca, hasta el debate con su adversario, ha tenido que explicar ninguna de sus estrambóticas propuestas. El próximo mandatario es el ariete de la derecha oligárquica reaccionaria.

Es indudable que para este desenlace la izquierda también ha cometido errores, sin embargo, cuando prima el pesimismo se impone mantener la cabeza fría. Es tiempo de análisis, de revisión de los mecanismos de hacer política, de dibujar proyectos de futuro, de profundizar en la democracia y en la participación política y de impulsar nuevos liderazgos, con nuevos estilos. La derrota es dura, pero todo sigue en diputa.