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ALAVÉS

Sufrido punto ante un rival directo, que confirma la marcha ascendente

La escuadra albiazul jugó mucho mejor en la primera parte, en la que dispuso de alguna ocasión para adelantarse en el marcador, mientras que en la segunda le tocó apretar los dientes y cambiar de dibujo

Benavídez intenta un empalme tras tocar de cabeza Kike García en el tramo final del partido. (Miquel BORRÁS | AGENCIA LOF)

Aunque el objetivo era sumar la primera victoria a domicilio, aprovechándose de los nervios de un Mallorca que todavía no ha ganado en su feudo, el punto logrado en Son Moix puede considerarse positivo por el gran trabajo que fue necesario realizar, sobre todo en la segunda parte, y por lo que supone de continuidad en la actual línea ascendente del conjunto babazorro.

Un Alavés ambivalente, de dos caras diferentes, aunque en ambas supo manejarse, sin olvidar la importante aportación que bajo palos realizó Sivera en un duelo ante un rival directo, cuyo golaverage particular puede resultar importante al final del campeonato, aunque ahora se vea muy lejano el descenso.

Los pupilos de Luis García Plaza fueron un equipo más reconocible durante el primer tiempo, en el que, quitando el inicial arreón gaseoso local, en el que El Glorioso tuvo que tirar de desplazamientos largos, supieron armar una salida de balón limpia que propició llegadas con peligro a las inmediaciones de Rajkovic.

AL TRAVESAÑO

De la primera de ellas, al cuarto de hora de partido, se fabricó el lance en el que los visitantes estuvieron más cerca de inaugurar el marcador. Un centro de Gorosabel lo escupió la base exterior del travesaño y la jugada concluyó con un zurdazo de Rioja, un tanto centrado, lo que facilitó qeu el cancerbero sertbio metiese la manopla para enviar a corner.

El panorama cambió por completo tras el paso por vestuarios. Javier Aguirre acertó metiendo en el campo a Larin, que se convirtió en un auténtico incordio para la zaga albiazul, y el Mallorca comenzó a morder en la recuperación.

Ahí apareció Sivera para negarle el gol al ariete canadiense hasta en dos ocasiones, especialmente en un mano a mano (m.61) que le sacó con el pie abajo. El Alavés supo sufrir en esos momentos de agobio y obtuvo su recompensa.