Raimundo FITERO
DE REOJO

Libertad condicional

La foto del nuevo presidente de Argentina Javier Milei rodeado de mandatarios de su misma o parecida onda ideológica es significativa. La altura física del cuñado de Urdangarin destaca, en esta ocasión, por la felicidad que transmite. Si cuando recibió a Pedro Sánchez puso cara de tener el esófago incendiado, junto a estos ultras parece la estrella de un cabaret dadaísta. Quizás sea necesario pasar lista de los mandatarios que acudieron y los que se ausentaron para entender algo sobre la Internacional del Odio, y reconocer las vergüenzas de quienes quisieron estar y se quedaron en casa por recomendación de sus estrategas de imagen y quienes no fueron por precaución demoscópica o por convencimiento.

Milei fue elegido democráticamente por la ciudadanía argentina. No hay errores en el voto. Se vota, se cuenta y se debe asumir lo votado para entender lo que va a pasar con lo que ejecute el ganador. Tanto por el voto a favor o el que se emitió en contra. La verdad es que este iluminado juró varias veces su cargo, de una manera exagerada, prometió más inflación, más desempleo y más miseria, que achacó a la herencia recibida, para acabar gritando un eslogan que tanto gustaba refutar a Lenin: «¡Viva la Libertad, carajo!». Exclamación redundante que le hacía preguntarse al dirigente soviético, «Libertad, ¿para qué?». Porque esa es la gran duda, qué libertad va a operar según la visión del mundo de un individuo tan alucinado, tan mesiánico, tan impropio para solucionar problemas reales de un pueblo atosigado históricamente por gobiernos incapaces y depredadores. Abascal es la respuesta.