Raimundo FITERO
DE REOJO

Felicidad variable

Así como la libertad se vende a granel con muchos colores y formas, con más sucedáneos que productos naturales, la felicidad siempre viene envasada. Como los polvorones, se expende en envoltorios individuales. Y las fórmulas magistrales de la felicidad se han ido perdiendo en la evolución de la especie. Por lo tanto, se puede entender por felicidad tal cantidad de situaciones y autoengaños, que es imposible hacer una cartografía esencial de esos lugares donde la felicidad crece de manera espontánea y no es necesario ejercicio de mantenimiento.

Podemos ir acotando. La felicidad es un entelequia, una suerte de proyección economicista del rendimiento personal a pie de máquina, frente a un ordenador o sembrando desde un tractor que vale su peso en litio. Es muy posible que un número elevado de coetáneos entienda que la felicidad, ja, ja, ja, se la dio el amor de ese otro ser al que cortejaba. Nunca hay que hipotecar unas sensaciones tan amortizables sobre las actitudes de los demás. La felicidad, en sentido práctico, debe ser algo similar que al sentir calorcito al entrar en caso en pleno invierno y saber que en la nevera vas a encontrar contestación inmediata a tus impulsos metafísicos. La música de fondo es aleatoria.

La felicidad variable no se contempla en ninguna previsión. Algunos anuncios se acercan de manera tangencial a recomendaciones y supuestos no fiables, con camisas y números mágicos sobreactuados donde la tradición nos susurra que eso que el dinero da o quita debe ser lo más parecido a una felicidad no contaminada por la estulticia ni la envidia. O justo al revés.