El terremoto de magnitud 7,6 que golpeó el lunes la costa occidental del centro de Japón ha dejado al menos 50 muertos, mientras continúan las labores de rescate y la búsqueda de personas atrapadas bajo los escombros de construcciones que se derrumbaron.

La ciudad de Wajima, a unos 500 kilómetros de Tokio y situada muy cerca del epicentro, está resultando una de las más castigadas por el seísmo, que provocó el derrumbe de unos 25 edificios, muchos de ellos casas particulares, en esta localidad de 27.000 habitantes.

En numerosas ciudades afectadas, decenas de personas fueron llevadas al hospital y todavía prosiguen las tareas de rescate, por lo que se espera que la cifra de fallecidos aumente.

Según las últimas cifras ofrecidas ayer, unas 32.000 personas habían sido evacuadas en las prefecturas de Ishikawa, Toyama y otras áreas cercanas, mientras que los servicios de transporte aéreos y trenes locales seguían suspendidos. El número de hogares sin luz, principalmente en Ishikawa, se fija, por el momento, en decenas de miles.

El portavoz del Gobierno, Yoshimasa Hayashi, señaló ayer que no se ha producido ningún informe de daños directos a las centrales nucleares del país, en lo que supone su punto más vulnerable frente al impacto de los terremotos.

Este seísmo, al que siguieron decenas de réplicas, es el más mortífero registrado en Japón desde abril de 2016 cuando dos terremotos de 6,5 y 7,3 grados de magnitud golpearon la isla japonesa de Kyushu, y dejaron más de dos centenares de muertos.