EDITORIALA

Recorte ridículo en las tarjetas de transporte

Una concentración convocada por agentes sociales, grupos ecologistas y sindicatos frente a la sede de Metro Bilbao reclamó ayer que se mantengan los descuentos en el transporte público como hasta ahora, sin rebajas ni excepciones. Fue la respuesta a la decisión de las autoridades de transporte de los tres herrialdes de recortar los descuentos restringiéndolos a los bonos mensuales y tarjetas de transporte personalizadas. En plenas fiestas navideñas, el rechazo a la medida fue amplio e inmediato. EH Bildu pidió, incluso, la comparecencia de los diputados responsables. En este contexto, el secretario general del PSE, Eneko Andueza, se vio obligado a declarar que la decisión definitiva todavía no se ha tomado.

Las tarjetas de transporte BAT, Barik y Mugi no son idénticas, por lo que la decisión de mantener los descuentos solamente bajo ciertas condiciones tiene un efecto diferente en las personas usuarias en cada herrialde. En cualquier caso, se trata de un recorte de una ayuda pública que afecta a la clase trabajadora y, especialmente, a mujeres, jóvenes, pensionistas y personas migrantes, que son, con diferencia, las que más utilizan el transporte público. Un recorte que se suma a la cada vez más lenta, pero todavía constante, escalada de los precios que, junto con la subida de los tipos de interés, está haciendo que el coste de la vida no deje de aumentar. El recorte, además, supone un ahorro en las cuentas públicas poco menos que ridículo; mucho más si se compara, por ejemplo, con el coste de algunos proyectos de transporte altamente cuestionados, como el TAV o la autovía bajo la ría que proyecta la Diputación de Bizkaia. Es, asimismo, una decisión que no incentiva el uso del transporte público. Y todo aquello que no estimula, refuerza el statu quo actual; esto es, la primacía del automóvil privado en los desplazamientos, lo que supone, además de un coste añadido para el medio ambiente, otro obstáculo para avanzar hacia una transición ecológica.

Un sinsentido que obligó a Andueza a dejar en el aire la decisión, como primer paso para poder enterrarla después. Cabe esperar que finalmente el sentido común se imponga.