El director de “Gomorra” se sumerge en la historia de dos adolescentes de 16 años que, partiendo desde su Dakar natal, ansían cumplir su sueño de llegar a Europa. La fórmula que plantea Garrone es un tanto peligrosa, ya que la trama se asemeja a un filme de aventuras: escapar de la seguridad del hogar, atravesar el desierto para llegar a Libia y, desde allí, embarcarse hacia supuesta “tierra prometida”. Seydou Sarr y su amigo Moustapha Fall, los protagonistas, no enfrentan aparentemente dificultades notables en su tierra natal. La idea de llegar a Europa está conectada con la construcción mítica de un mundo supuestamente mejor. No escapan del hambre, la persecución o la falta de empleo; su deseo es triunfar en el ámbito musical, ganar dinero y experimentar el reconocimiento de los “blancos”.

RUMBO A LA INCERTIDUMBRE

La película se convierte también en una “road movie” que muestra cómo las dificultades del camino transforman a los dos adolescentes. Una ruta en la que toparán con la extorsión institucionalizada, la violencia y el robo, los maltratos y la corrupción en las fronteras, las organizaciones dedicadas a estafar a quienes buscan escapar, las muertes en el desierto y la abducción en una cárcel no oficial en Libia creada por una mafia para exigir rescate a los familiares y vender a los sobrevivientes como mano de obra barata. A todo ello se suma la odisea dramática que supone cruzar el Mediterráneo.

Partiendo de una premisa un tanto surrealista -sufrir todas esas penalidades para triunfar en el mundo de la música-, “Yo capitán” aporta ciertos elementos visuales muy interesantes y su director, sin excesivas estridencias y a pesar de las evidentes contradicciones que se suceden en su filme, muestra respeto mientras filma un encadenado de secuencias muy crudas.