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EDITORIALA

Frente a la crueldad, el legado de las luchas por la liberación y el impulso en favor de la justicia


Un año más, desde hace ya décadas, una multitud se manifestó ayer en las calles de Bilbo para denunciar la política penitenciaria de excepción que sufren las y los presos vascos, para demandar un trato justo y acorde con los derechos humanos, y para reivindicar que la liberación de estas cerca de 150 personas es necesaria para dejar atrás la fase política marcada por las violencias y para avanzar en una nueva que tenga como principio rector «todos los derechos para todas las personas».

Es indiscutible que la situación de las personas presas y la de sus familiares ha mejorado en los últimos años, especialmente gracias al fin de la dispersión y del alejamiento, en marzo del año pasado. Sin embargo, los datos constatan que las condenas que cumplen algunas de ellas y las condiciones que se les imponen a todos y todas no responden a una justicia ordinaria y contienen un elemento de crueldad que se basa en una interpretación autoritaria y vengativa de la ley. Es decir, siguen siendo tratados de forma excepcional. Retorciendo las leyes se les alteran las condiciones comunes y se les deniegan derechos legítimos. En su caso, la arbitrariedad siempre va en contra del «in dubio pro reo». Y no se atienden los principios humanitarios básicos. No es justo, no hay derecho.

MALA ÉPOCA PARA LOS APÓSTOLES DE LA VENGANZA

No obstante, en 2024 y en Euskal Herria, no es fácil defender lo indefendible. No lo tienen fácil quienes intenten justificar que, a pesar de cumplir todos los requisitos para estar en la calle, se mantenga en prisión a personas de casi 80 años. Es el caso de Joseba Arregi, por ejemplo. Asimismo, defender el equivalente a una cadena perpetua, con 40 años de condena, no es sencillo si no se dejan de lado los derechos humanos y los tratados internacionales. Los y las presas que sufren la ley 7/2003, promulgada por el Gobierno de José María Aznar, están en esa situación. Claro que se trata de un Estado capaz de mantener la condena a una persona que tiene una sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en la que se establece que no tuvo un juicio justo. El trato dado a Xabier Atristrain es un escándalo.

Aunque no haya que parar de denunciarla, la utilización de la Audiencia Nacional y la Fiscalía para manipular sus propias leyes y aplicar políticas despiadadas a presos vascos tampoco es una sorpresa. De nuevo desde una perspectiva vasca, la defensa de la venganza y de la crueldad es mucho más complicada cuando los poderes del Estado -y algunos vascos-, al dejar ETA las armas, se empeñaron en dar «la batalla del relato». Tal y como está demostrando la dinámica Artefaktua que está llevando a cabo GARA, lo que la memoria veraz expone es la impunidad de quienes ejercieron la violencia en nombre del Estado y el sacrificio de quienes les combatieron.

TRADICIONES DE LUCHA, ABOGADAS DE LA JUSTICIA

Por todo ello, que 68.000 personas acudan a una manifestación por los presos y las presas en estos momentos resulta impactante para muchos -quizás incluso más para quienes están en contra de esos derechos-. Lo es. Es una fuerza social potente, articulada y asertiva, que defiende lo que es justo.

Estos últimos días, en el caso por Genocidio contra Israel en La Haya, se ha podido ver la labor de la defensa de la causa palestina. No es casual que la protagonicen, además de los propios palestinos, abogadas sudafricanas e irlandesas. Es en el contexto de las luchas por la emancipación, en el contraste con la injusticia y la parcialidad -también en la revisión de las propias contradicciones-, donde se forja en ímpetu por los derechos y la igualdad.

La gente que se manifiesta en Bilbo es parte de esa multitud por la justicia que defiende la Humanidad.